miércoles, 1 de enero de 2014

LA ESCRITORA


Hoy ha amanecido un día lluvioso y frio, he pasado gran parte de la mañana en la oficina como ausente, no podía dejar de pensar en ti y en la cantidad de cosas que hemos vivido juntos y las que nos quedan aun. Después del trabajo he tomado unas cañas con los compañeros pero me he disculpado muy pronto y he ido dando un largo paseo a casa bajo la lluvia, andando despacio sin prisa. Al llegar a casa me he cambiado me he puesto cómodo y en el ordenador he comenzado a escribir estas líneas sobre cómo te conocí. Si alguna vez me decido a dejarte que las leas y si me preguntas que porque lo he hecho, no sabría que decirte, creo que lo hago porque jamás quiero olvidarlo.

Todo comienza hace ya unos años, yo era una persona a la que le gustaba la vida le sonreía en muchos aspectos y me conformaba con lo que tenia, trabajo, pareja, buenos amigos con los que salía para romper la rutina de vez en cuando. En aquellos momentos convivía con una mujer, nos veíamos muy poco por motivos de trabajo, nos gustaban cosas parecidas y la verdad es que ambos pensábamos que nada cambiaria. Yo había tenido algún escarceo sin importancia y sospechaba que tal vez ella también, “ojos que no ven corazón que no siente”, o eso pensábamos los dos.
Un día atreves de una red social que ya apenas utilizaba, recibí el mensaje de un buen amigo, en él me decía que estaba leyendo un libro que seguro me iba a gustar ya que la temática era de mis preferidas y que además la autora vivía muy cerca de nosotros, que era muy atractiva y simpática. El mensaje me lo mando porque en aquella época yo había comenzado a hacer mis pinitos en el mundo literario, no con grandes relatos, aunque tenía una especie de novela comenzada en la cual me había atascado, sino con pequeños textos no muy buenos y algo subidos de tono por no decir que bastante porno, con lo cual no me atrevía a dejárselos leer a nadie por vergüenza. Mi amigo sabía todo de mi y que necesitaba algún consejo para continuar y mejorar, así que me decidí y atreves del enlace que me mando y tras leer gran parte de tu biografía y por supuesto mirar tus fotos con detenimiento, es lo que tiene que te digan que una mujer es guapa que lo primero que haces es mirar las fotos, decidí enviarte una solicitud de amistad.
Cuál sería mi sorpresa cuando ese mismo día me aceptaste como “amigo”, algo que denotaba que ni siquiera habías mirado quien era, pero por ello  tuve total acceso para ver y cotillear tu  perfil completo. Eras algo mas mayor que yo, aunque firmabas tus obras con un seudónimo tu verdadero nombre era Carla; de una ciudad cercana aunque te habías trasladado y trabajabas en la misma que vivíamos ambos, no eras una profesional de la literatura ya que trabajabas a jornada completa como enfermera en un hospital de discapacitados, no ponía nada de nada de tu vida personal por lo que imagine que solamente sería un perfil creado para publicitar tu primer libro ya publicado y trasladar a tus amistades, unas tres mil personas, eventos en los que participarías y presentaciones en distintos lugares, algo así como una agenda. Las fotos que vi tampoco decían gran cosa, sí que eras atractiva pero no lo que en principio se puede esperar cuando un amigo te dice “esta buenísima”, ni mucho menos. Pero durante unos días te seguí en la red social, leía tus cambios de estado, veía los videos de anteriores presentaciones literarias tuyas, la sinopsis de tu novela, tus enlaces compartidos, incluso algún comentario de las personas que te conocían. Y como no podía ser de otra forma tu manera de pensar, tú forma de ser,  tu maravillosa sonrisa y tu mirada penetrante, hicieron que la curiosidad se apoderaba de mí poco a poco, quería conocerte en persona.
Una noche te escribí un mensaje privado, del cual no recibí respuesta, pero insistí con otros muchos y una mañana al despertar tenía  en mi ordenador una contestación, en ella me pedias disculpas por tardar en responder porque eras una mujer muy ocupada y no tenias tiempo de nada. Comenzamos a hablar atreves de dichos mensajes, muy poca cosa al principio, ¿Qué tal estas?, ¿Cómo te va?, ¿A qué te dedicas? Etc... Mis sensaciones con respecto a ti empezaban a cambiar tu atracción comenzaba a tener su efecto. Durante  algunas semanas hablamos de tomar un café, de nuestra afición común por la escritura y de que no te importaría leer alguno de mis relatos, me moría de vergüenza si tenía que dejarte leer uno, pero nunca concretamos nada, tú seguías haciendo presentaciones y yo ya estaba por la mitad de tu libro que había comprado en “Amazon”, un portal de ventas literarias. Tu libro era de esos que engancha desde las primeras páginas, una historia de aventuras con personajes mágicos y descripciones de lugares fantásticos, con acción y aventuras en cada capítulo, en eso tenía razón mi amigo me encantaba esa literatura, además mezclabas amor, pasión por la vida y por la amistad en cada línea, con lo cual yo no podía parar de leer, mi mente viajaba a ese mundo fantástico donde incluso soñé estar contigo. Continuaba avanzando en la novela cuando un día me llego un mensaje tuyo, presentabas tu novela a pocos kilómetros de mi casa en una fecha que yo podía ir sin ningún problema, tenía otros planes de trabajo  pero los pospuse para más tarde esa misma noche , por fin te podría conocer en persona y nada ni nadie me lo impediría.
Para ser sincero cuando llego el día estaba aterrorizado, no quería causarte mala impresión y que por ello no pudiéramos ser amigos, con los nervios puse el navegador en el coche así llegaría hasta la puerta del centro cultural donde era el acontecimiento sin perderme, además de ser puntual. Pues no hubo manera, no había donde aparcar y llegaba cinco minutos tarde. Entre como una exhalación en la sala que aún estaba abierta y casi te atropello ya que tu salías en ese preciso momento con tu editora para tratar algún tema, me miraste sorprendida y un poco asustada, yo  te había reconocido pero gracias a dios tu a mí no, solo pude decir – Buenas tardes, perdón por llegar tarde- a lo que tu editora contesto – tranquilo aún no hemos empezado, puedes ir sentándote-. ¡Qué mal!, ahora a mis nervios se unía el ridículo que  sentía haber hecho en nuestro primer encuentro.
Tras varios minutos, que se me hicieron eternos, conseguí relajarme un poco, entraste en la sala decidida, con paso firme y te colocaste en el escenario; la sala era pequeña, para unas cincuenta personas con una tarima para los intervinientes y una mesa con un montón de ejemplares de tu libro colocados de manera que todos los presentes pudiéramos ver las portadas.
Tu ibas vestida completamente de blanco, con una camiseta y un pantalón vaquero muy ceñidos, unos zapatos de tacón negros muy altos y una chaqueta de punto también negra. Sinceramente durante los primeros quince minutos que estuvo hablando tu editora sobre ti, fui incapaz de escuchar ni entender absolutamente nada, tu belleza me había impactado de tal manera que no reaccionaba. No solo eras más hermosa de lo que me esperaba, tu forma de vestir, de moverte sobre el escenario, de mirar a tu alrededor, como te abrazabas a tu libro, todo me tenía en otro mundo, no sé quién te aconsejaría el corte de pelo que llevabas, había visto muchas fotos tuyas de años anteriores con media melena que no te favorecía nada, pero ahora lo tenías muy corto y escalonado haciendo que resaltase tu belleza natural, tus ojos brillaban, se notaba que ibas a hablar de algo que te apasionaba y estabas feliz por ello, eras alta y muy estilizada, aun teniendo poco pecho a mí me aparecía que era perfecto estaba en su sitio y al ir tan ceñido sugería más cosas. Qué demonios me pasaba, jamás mi mente se había detenido de esa manera al ver a una mujer que no solo era muy hermosa sino que hipnotizaba con su feminidad y sensualidad.
Antes de que terminara el discurso tú editora me miraste y sonreíste, creo que me habías pillado con la boca abierta escudriñando cada centímetro de tu cuerpo, agache la vista avergonzado, en ese momento no sabía si tendría el valor de mirarte a los ojos de nuevo. Los aplausos para despedir la introducción me sacaron de mis pensamientos y al mirar de nuevo hacia ti mi corazón se paró otra vez al ver que me mirabas y sonreías de nuevo, mi cara estaba completamente colorada pero ya no quería dejar de mirarte, tampoco podía.
Era tu turno, comenzaste a explicar brevemente tus comienzos en la literatura, tus ganas de escribir, los parones de tus ideas y las temporadas en blanco, hablabas de tu libro como esa madre que habla de su retoño, orgullosa de lo que habías conseguido e ilusionada de lo que vendría ya que no era un solo libro sino varios formando así una saga de la cual el segundo ya estaba casi escrito. En el turno de preguntas tenia cientos, miles de ellas pero mi timidez me impedía hacerlas, eso y que un niño listillo de unos trece años que tenía al lado me las pisaba una tras otra. Tu voz era muy dulce, parecías una mujer muy sensible y comprometida con las personas indefensas, con esas causas por las que poca gente se implica y menos aún se mueve de su cómodo sofá, tu sí que lo hacías; parte del dinero recaudado en la venta de la novela iba dirigido a algunas asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro. Aunque pudiera parecerlo por tus palabras no eras feminista, eras “igualista”, si la palabra existe, para ti todos somos iguales y diferentes, pero tenemos los mismos derechos y obligaciones los unos con los otros y nadie debería estar por encima de nadie, eso me gusto mucho.
Al terminar comenzó la firma del libro, te sentaste junto a la mesa que había a un lado de la tarima con los libros, se formó rápidamente una fila para ir en orden a recibir una dedicatoria de tu puño y letra; mi gozo en un pozo, no podría hablar en privado nada contigo pero es lo que tienen estas cosas, el artista se debe a su público. Cuando por fin me tocó a mí, me miraste y dijiste -¿tú eres José verdad?, ¿pensé que no vendrías?- yo conteste –sí, soy yo y no me lo habría perdido por nada del mundo, ha sido genial-. La dedicatoria del libro me la guardo para mí para siempre y aunque no te salió de manera espontánea, ya que las tenías escritas en una de tus famosas libretas, para mi es única porque está dedicada a mí y solo a mí en el día que te vi por primera vez y en el libro que aun guardo sin ni siquiera haber ojeado, como si tuviera miedo de que se estropeara o manchara, termine la novela en la tablet, donde la empecé.
Después de la firma se pasó a la degustación de productos de la tierra y a brindar por la novela, por la escritora, por los lectores y por el futuro de una gran saga. En un momento de las charlas y los corrillos me pude acercar y decirte al oído lo ilusionado que estaba por haberte conocido y las ganas que tenia de hablar a solas contigo, tú me dijiste –aun no te vayas, queda mucha presentación y luego iremos a tomar algo, me gustaría que vinieras- yo me disculpe, tenía otra cita a la que no podía faltar por motivos de trabajo. Te di dos besos en las mejillas, aunque quería besarte en los labios desde que casi tropezamos en mi espectacular entrada en escena; tú me deslizaste en la mano un pequeño trozo de papel y me dijiste al oído –llámame más tarde, sobre las doce-, me puse de nuevo colorado solo pude contestar entre balbuceos y tartamudeos –lo hare, no lo dudes-.
Al salir del edificio mi mente era un torbellino, no paraba de dar vueltas, era incapaz de pensar de manera coherente, me metí en el primer bar que encontré y me tome un café, despacio, saboreando cada sorbo como lo había hecho con cada segundo que había estado cerca de ti, me concentre en lo que tenía que hacer y tras mirar el reloj y ver que llegaba tarde salí corriendo a por el coche, mi jefe y los de este me esperaban para una cena de negocios y llegaba ya media hora tarde.
Siempre he sido un profesional en lo mío y conseguí desconectar completamente de lo sucedido contigo durante la cena, había llegado muy tarde y no quería más miradas inquisitorias de ninguno de mis superiores. Tras la cena y una copa y ya con todo el asunto solucionado me despedí de todos y fui directo a mi coche. Durante unos minutos dude si llamarte o no, estabas con tu gente y no quería ser inoportuno, al final me decidí y marque los números que me habías escrito en el trozo de papel, tras sonar varios tonos la llamada se interrumpió. Volví a marcar y de nuevo se cortó, ya no sabía qué hacer, de pronto el teléfono empezó a sonar casi se me cae de las manos del susto, conteste -¿Quién es? Y tu voz sonó por el auricular – ¿has mirado el reloj?, ¿sabes que hace una hora que espero tu llamada?- no me lo puedo creer, miro el instrumental del coche, ¡por dios!, es la una de la mañana, siempre soy puntual pero hoy tengo un mal día, -lo siento, ni siquiera me había dado cuenta, ha sido una noche muy ajetreada-, tú me dices –no debería ni hablarte, me separe del grupo hace ya rato a la espera de que me llamaras y si no tienes nada bueno que ofrecerme casi prefiero dejarlo para otro día-. “Nada bueno que ofrecerme” a que te refieres, -¿quieres una copa?, ¿te paso a buscar?- te digo, por el teléfono me llega tu risa -¿eso es lo mejor que me puedes dar?- contestas, no sé ni que decir, estoy muy perdido, tu risa suena de nuevo por el auricular y me dices –anda no seas tonto ven a mi pequeño rincón, acabo de abrir una botella de vino y no pienso tomármela sola- me tiembla la voz mientras te digo –voy inmediatamente, dame la dirección-, cosa que haces y salgo volando hacia lo que tu llamas tu “pequeño rincón”.
Cuando llegue a la calle no te veo por ninguna parte y no sé en qué numero es ni en que piso, me estoy poniendo aun más nervioso, de nuevo suena mi teléfono, eres tú, al descolgar se escuchan tus risas -¿Qué, no me encuentras?, es la casa molinera que tienes detrás, la de las luces encendidas-. Me acerco a la puerta que esta entreabierta, y por fin entro en tu guarida, cierro tras de mí y escucho tu voz que me dice –pasa al fondo, te estoy esperando-, el fondo es una puerta trasera, he entrado directamente en un pequeño salón que estaba en obras, con herramientas y material por todas partes.
 Al cruzar la puerta me encuentro en otro mundo, es un jardincito con bancos de madera cubiertos de cojines con un paseo sobre el césped hecho con trozos de baldosas rotas de muchos tipos y colores, la iluminación esta a ras de suelo dando un tono brillante al verde de la hierba, todas las paredes están pintadas de un violeta fuerte, el lugar es precioso. Tu estas sentada en el banco que hay al final del paseo cubierto por un cenador blanco, de fondo se escucha una agradable música muy suave, te has cambiado de ropa, llevas puesto un minivestido de lentejuelas doradas con unos zapatos de tacón negros que tienen incrustaciones también doradas, un colgante precioso se desliza de igual manera por la espalda y en tu generoso escote a juego con los pendientes, mirarte en este escenario es como venir de la oscuridad y haber encontrado la luz; esa luz que en algún momento de la vida todas necesitamos que nos indique el camino a seguir.

Al acercarme y darte dos besos me dices muy suavemente -¿acostumbras a hacer esperar a las mujeres siempre así?, sírvete una copa y rellena la mía por favor-. Nos sentamos en el banco, hace una noche preciosa y aun estando en la ciudad se distingue el cielo completamente despejado y el titilar de las estrellas más brillantes. Comenzamos a hablar de la presentación y de tu novela, es una charla muy agradable con una mujer muy agradable, estoy a gusto y el vino también ayuda, se me están quitando los nervios, me preguntas por mis escritos y te digo lo de siempre, “que están algo subiditos de tono y que me da vergüenza y miedo que alguien los lea”, pero tu quieres leer algo mío e insistes para que te deje hacerlo. A regañadientes salgo al coche cojo la tablet donde suelo escribir y al volver a tu lado escojo el que para mí es el más suave de todos, te ríes y me dices –eso no vale, quiero escoger yo uno al azar- me ruborizo pero asiento, entras en la carpeta donde están todos mis escritos y cierras los ojos pulsando a ciegas, el archivo se abre de inmediato y empiezas a leer en voz baja, solo para ti.
Poco a poco se va viendo cierto brillo en tus ojos, creo que te está gustando, cambias de posición inquieta en el banco y continúas, de vez en cuando me miras unas decimas de segundo y sigues, noto como tu respiración aumenta de ritmo, el bello de tus brazos se eriza y al mirarte a los ojos veo un pequeño escalofrió en ellos. No apartas la mirada del texto, haces una pausa y me dices – ¿algo subidito de tono?, joder como me gusta-.
Cuando terminas dejas la tablet sobre la mesa, coges tu copa de vino y con un gesto me invitas a brindar –por un futuro que parece que promete y por todos los orgasmos que producirá la lectura de tus textos- nuestras copas chocan en el aire y bebo un pequeño trago, tu apuras hasta el fondo la copa y me dices –algo de lo que aparece en él lo has hecho alguna vez- yo contesto que si, mientras me acerco a ti, preguntas de nuevo -¿hay algo de él que te gustaría hacer conmigo?- y ahora eres tú la que acerca los labiados a los míos –todo lo que tu quisieras- contesto, doy el último paso uniendo tus labios y los míos en un largo y húmedo beso en el que nuestras lenguas empiezan a bailar al compas que marcan nuestros cuerpos que han estallado a la vez en pasión ardiente y deseo acumulado.
Durante varias minutos nos besamos con locura, mis manos recorren tu cuerpo tu cintura y parte de tus piernas, las tuyas se entretienen en mi espalda, van de arriba abajo, me sacas la camisa de los pantalones y las metes por dentro en una cálida caricia que me hace estremecer, estamos muy excitados, apartas mi cuerpo del tuyo de un empujón rellenas la copa de vino de los dos y brindas de nuevo conmigo –por un beso mucho mejor de lo que me esperaba- nuestras copas chocan de nuevo y ahora el que la apura hasta el final soy yo.
Me coges de la mano te levantas y haces que siga tus pasos por el jardín, me llevas hasta el fondo donde hay una puerta blanca que da paso a una pequeña habitación con una cama grande de matrimonio, un armario a juego con la cómoda y el cabecero de la cama y un pequeño baño, cierras la puerta con el pestillo me abrazas de nuevo me besas y me dices –demuéstrame que sabes hacer lo que escribes y te daré mi opinión sobre lo que he leído-. Ya no puedo parar, mis nervios se han transformado en lujuria y mi mente solo piensa en cómo darte el máximo placer.
Te coloco de espaldas a mí y aprieto mi cuerpo contra el tuyo de tal manera que parecemos uno solo, comienzo a besar tu cuello mientras mis manos descubren que tus pechos no eran tan pequeños como parecía y que los pezones luchan por ser liberados de la presión del vestido ya que no llevas sujetados, acaricio toda la piel que los rodea dando un pequeño pellizco sobre los dos, a la vez que haces que tu cuerpo se retuerza de placer rozando tu culo contra mi pelvis donde ya se nota una gran erección que a su vez yo aprieto contra tus glúteos, eso te hace empezar a jadear, el deseo lo puede todo. Muy despacio voy bajando la cremallera del vestido acompañando a mis manos con la lengua por toda tu columna vertebral, al llegar abajo comienzo de nuevo a subir sacándote el vestido por la cabeza en un solo movimiento, tu piel es muy blanca y suave, te doy la vuelta y ya de cara a mi beso tu boca y muerdo levemente  tu labio inferior, muerdo tu cuello y sigo bajando, ya liberados los pezones los lamo muy despacio haciendo círculos con la lengua y dándoles un beso absorbente a cada uno, en este punto están tan sensibles que un calambre atraviesa todo tu cuerpo y se pone en contacto directo con tu clítoris que comienza a hincharse en el acto.
Bajo mas pasando la punta de la lengua por cada centímetro de tu piel, decido dejar para más adelante lo que tú quieres que entre ya en juego, te quito una media de manera muy delicada mientras te beso la pierna de arriba abajo, cuando termino empiezo por la otra  que beso de igual manera hasta la punta del dedo gordo.
No me deshago de las medias, al contrario, te hago girar de nuevo coloco tus manos en la espalda y utilizo la primera para atarlas, con la segunda te vendo los ojos algo que parece excitarte aun mas, son unas ligaduras muy débiles pero no haces ni siquiera amago de querer soltarte; te digo al oído –ya eres mía, ¿a que estas dispuesta?- entre jadeos me contestas – a que me des placer- sonrió y con tus manos en esa posición acerco mi erección unos segundos que aprovechas para agarrarte con fuerza a ella, el deseo te puede por momentos y me gritas –házmelo ya- estallo en una carcajada y te digo –para eso aún queda mucho- tu cuerpo denota frustración e impaciencia, comienzo de nuevo a comerte el cuello para que veas que aun estoy ahí.  

Tras tumbarte con delicadeza boca abajo en la cama empiezo un pequeño masaje por tu espalda que poco a poco voy bajando hasta llegar a tu fantástico culo, lo masajeo fuertemente entre mis manos haciendo que los pulgares vayan tocando poco a poco los labios vaginales. La reacción es casi instantánea y la humedad inunda el interior de tu sexo haciendo que los tus labios mas íntimos se hinchen y abran a la espera de recibir lo que más desean. Me aparto de ti un poco y me desnudo rápidamente, tu inquieta te mueves en la cama y me preguntas -¿Qué haces no te vayas ahora?- yo te digo – tranquila no pienso irme solo acabo de empezar-, repito la misma operación pero esta vez el masaje de tus glúteos lo hago con la boca y a los labios que piden a gritos una penetración  comienzo a bésalos muy despacio, quiero sentir que disfrutas, ayudado de los dedos masajeo también tu clítoris que a estas altura ya parece completamente inflamado.
La respiración se te entrecorta con cada circulo que hago con la lengua a su alrededor y más aun cuando tras una pequeña presión sobre él lo libero de golpe. Noto como sube el ritmo de tus gemidos estas a punto de tener el primer orgasmo, pero te voy a castigar un poco y paro de golpe, me pides que siga con desesperación y te digo –aun no es el momento, se que después querrás mas y cuando te deje terminar será como la explosión de un volcán en tu interior- protestas un poco pero estas ansiosa de ver por donde continuo. Con mucho cuidado te doy la vuelta libero tus mano y te las ato de nuevo ahora por encima de la cabeza a una viga de madera del cabeceo de la cama, -estas a mi merced, ¿por dónde quieres que continúe?- la respuesta me pilla de sorpresa –muérdeme despacio los pezones-, antes de hacerlo los lamo de nuevo y por supuesto les doy pequeños mordiscos ejerciendo sobre ellos un presión que voy variando cuando veo en tu cuerpo que comienza el dolor. Tengo que terminar lo que había empezado antes, dirijo mi boca de nuevo hacia tu zona púbica, que por cierto es preciosa, completamente depilada para que nada moleste el trabajo que sobre ella hace mi lengua, comienzo a la vez un ligero masaje sobre los labios mayores pasando también por los menores, entre balbuceos te entiendo solo una cosa –dámela por favor quiero comértela- hago girar mi cuerpo y en la postura llamada sesenta y nueve comienzo a sentir como tu boca devora mi miembro, de vez en cuando aprieto con fuerza hasta tu garganta y cuando noto que te ahogas la saco de un tirón del fondo de tu boca, te dejo respirar un poco y aprieto de nuevo de nuevo.
Con los brazos empiezas a hacer fuerza hasta rasgar tus ataduras, arrancas también la venda de tus ojos, me empujas fuera de tu boca y haces que me tumbe boca arriba sobre la cama, de un salto te montas sobre mi y de un solo empujón entro completamente en tu cuerpo, tienes la cara desencajada los ojos abiertos de par en par, una lagrima recorre tu mejilla, comienzas un fuertísima galopada con sacudidas constantes, el placer te inunda, no puedes mantener un ritmo y por eso el orgasmo se reprime dentro de ti, de tu boca salen palabras que no logro entender; sé que ha llegado el momento, levanto un poco la cintura para que la penetración sea aun más profunda y en ese momento tus gritos me dicen que ya está, tu cuerpo lo está dando todo, has llegado al punto de placer que necesitabas, el orgasmo es largo, muy largo, cuando todo termina te dejas caer desplomada contra mi cuerpo, con dulzura te acaricio el pelo y te beso, me dices –no creo que pueda mas- te miro, sonrío y te doy de nuevo la vuelta sin salir de ti, con mucho cuidado y delicadeza.
Agarro tus tobillos y abro tus piernas todo lo que me dan mis largos brazos, mi cadera empieza a moverse con una ligera cadencia que aumento según la expresión de tu cuerpo me va pidiendo ya te falta poco y a mí también, cierro tus piernas para que tu sexo se cierre completamente contra mi miembro y tú puedas sentirlo aun mas, coloco tu cuerpo en un ángulo de noventa grados con las piernas levantadas, el placer es brutal en el mismo momento que eyaculo dentro de ti tú tienes otro orgasmo. Los dos caemos rendidos sobre las sabanas, empapadas de sudor, después de coger un poco de aire nos besamos durante largo rato terminamos en la cama la botella de vino y nos quedamos dormidos.
No sé cuánto tiempo después, me despierta una agradable sensación, debajo de las sabanas estas haciéndome una exquisitez con la boca, las levanto ligeramente y mirándome a los ojos me dices –relájate, ahora me toca a mí-. Así pasamos toda la noche y parte de la mañana siguiente hasta que no nos quedo otro remedio que levantarnos a comer algo para recuperar fuerzas.
Desde entonces tu rincón se ha convertido en parte de mi vida, hemos pasado grandes momentos juntos en él, no solo haciendo en amor, sino también charlando, riéndonos y creando una extraña amistad, llena de complicidad y sentimientos que nos han hecho muy felices a los dos. En ese mágico lugar escribiste tus siguientes libros y el prologo del mío, un libro de relatos que a más de una hizo feliz su lectura y a más de uno ayudo a destruir la rutina de una larga relación al ponerlos en práctica.
Es aquí, en nuestro rincón, donde me encuentro ahora escribiendo estas líneas que se me han ido de las manos por su duración, me siento incapaz de resumir el día que te conocí en un relato de pocas líneas, ya que esto han sido solo mis recuerdos de la primera noche; nuestra vida juntos daría para varias novelas. No sé si algún día te dejare leerlo, sería el primero que te oculto y no me apetece hacerlo. Lo dejo sobre la mesilla en la que compartimos nuestra primera botella de vino bajo un cielo ya estrellado que recuerda aquella primera vez, para que cuando vuelvas de trabajar con lo que llamas “tu otra familia”, los discapacitados, lo leas y disfrutes del recuerdo; espero tus criticas en nuestra cama, con un par de medias a mi lado, quiero que hoy seas tú la que me ate con ellas y haga conmigo lo que desee.


                                                                                                                     J. M. LOPEZ

4 comentarios:

  1. Si esta escrito dedicado a alguien se debería sentir afortunada y si es real mejor

    ResponderEliminar
  2. Vaya con la escritora; veo que te gustó y hasta te atrapó; aunque sin ninguna intención de oprimirte.
    Me gusta tu forma de escribir, pero si me permites, deberías corregir algunas faltas y erratas literarias.
    De cualquier modo deberías presentarlo a un premio de relatos cortos. Ya me dirás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, por los ánimos y por las correcciones. No pongo las faltas a posta, e intento no tener errores. Con respecto a las erratas literarias, intentare mejorar, aunque sin ayuda es muy difícil.

      Eliminar

Se agradecerán los comentarios que sirvan para mejorar.