Hoy
ha amanecido un día lluvioso y frio, he pasado gran parte de la mañana en la oficina
como ausente, no podía dejar de pensar en ti y en la cantidad de cosas que
hemos vivido juntos y las que nos quedan aun. Después del trabajo he tomado
unas cañas con los compañeros pero me he disculpado muy pronto y he ido dando
un largo paseo a casa bajo la lluvia, andando despacio sin prisa. Al llegar a
casa me he cambiado me he puesto cómodo y en el ordenador he comenzado a escribir
estas líneas sobre cómo te conocí. Si alguna vez me decido a dejarte que las leas
y si me preguntas que porque lo he hecho, no sabría que decirte, creo que lo
hago porque jamás quiero olvidarlo.
Todo
comienza hace ya unos años, yo era una persona a la que le gustaba la vida le sonreía
en muchos aspectos y me conformaba con lo que tenia, trabajo, pareja, buenos amigos
con los que salía para romper la rutina de vez en cuando. En aquellos momentos convivía
con una mujer, nos veíamos muy poco por motivos de trabajo, nos gustaban cosas parecidas
y la verdad es que ambos pensábamos que nada cambiaria. Yo había tenido algún
escarceo sin importancia y sospechaba que tal vez ella también, “ojos que no
ven corazón que no siente”, o eso pensábamos los dos.
Un
día atreves de una red social que ya apenas utilizaba, recibí el mensaje de un
buen amigo, en él me decía que estaba leyendo un libro que seguro me iba a
gustar ya que la temática era de mis preferidas y que además la autora vivía
muy cerca de nosotros, que era muy atractiva y simpática. El mensaje me lo
mando porque en aquella época yo había comenzado a hacer mis pinitos en el
mundo literario, no con grandes relatos, aunque tenía una especie de novela
comenzada en la cual me había atascado, sino con pequeños textos no muy buenos
y algo subidos de tono por no decir que bastante porno, con lo cual no me
atrevía a dejárselos leer a nadie por vergüenza. Mi amigo sabía todo de mi y que
necesitaba algún consejo para continuar y mejorar, así que me decidí y atreves
del enlace que me mando y tras leer gran parte de tu biografía y por supuesto
mirar tus fotos con detenimiento, es lo que tiene que te digan que una mujer es
guapa que lo primero que haces es mirar las fotos, decidí enviarte una
solicitud de amistad.
Cuál
sería mi sorpresa cuando ese mismo día me aceptaste como “amigo”, algo que
denotaba que ni siquiera habías mirado quien era, pero por ello tuve total acceso para ver y cotillear tu perfil completo. Eras algo mas mayor que yo, aunque firmabas tus obras con un seudónimo tu verdadero nombre era Carla; de una ciudad cercana aunque te habías trasladado y trabajabas en la misma que vivíamos
ambos, no eras una profesional de la literatura ya que trabajabas a jornada
completa como enfermera en un hospital de discapacitados, no ponía nada de nada
de tu vida personal por lo que imagine que solamente sería un perfil creado
para publicitar tu primer libro ya publicado y trasladar a tus amistades, unas
tres mil personas, eventos en los que participarías y presentaciones en
distintos lugares, algo así como una agenda. Las fotos que vi tampoco decían
gran cosa, sí que eras atractiva pero no lo que en principio se puede esperar
cuando un amigo te dice “esta buenísima”, ni mucho menos. Pero durante unos
días te seguí en la red social, leía tus cambios de estado, veía los videos de
anteriores presentaciones literarias tuyas, la sinopsis de tu novela, tus
enlaces compartidos, incluso algún comentario de las personas que te conocían.
Y como no podía ser de otra forma tu manera de pensar, tú forma de ser, tu maravillosa sonrisa y tu mirada
penetrante, hicieron que la
curiosidad se apoderaba de mí poco a poco, quería conocerte en persona.
Una noche te
escribí un mensaje privado, del cual no recibí respuesta, pero insistí con
otros muchos y una mañana al despertar tenía en mi ordenador una contestación, en ella me
pedias disculpas por tardar en responder porque eras una mujer muy ocupada y no
tenias tiempo de nada. Comenzamos a hablar atreves de dichos mensajes, muy poca
cosa al principio, ¿Qué tal estas?, ¿Cómo te va?, ¿A qué te dedicas? Etc... Mis
sensaciones con respecto a ti empezaban a cambiar tu atracción comenzaba a
tener su efecto. Durante algunas semanas
hablamos de tomar un café, de nuestra afición común por la escritura y de que
no te importaría leer alguno de mis relatos, me moría de vergüenza si tenía que
dejarte leer uno, pero nunca concretamos nada, tú seguías haciendo
presentaciones y yo ya estaba por la mitad de tu libro que había comprado en
“Amazon”, un portal de ventas literarias. Tu libro era de esos que engancha
desde las primeras páginas, una historia de aventuras con personajes mágicos y
descripciones de lugares fantásticos, con acción y aventuras en cada capítulo,
en eso tenía razón mi amigo me encantaba esa literatura, además mezclabas amor,
pasión por la vida y por la amistad en cada línea, con lo cual yo no podía
parar de leer, mi mente viajaba a ese mundo fantástico donde incluso soñé estar
contigo. Continuaba
avanzando en la novela cuando un día me llego un mensaje tuyo, presentabas tu
novela a pocos kilómetros de mi casa en una fecha que yo podía ir sin ningún
problema, tenía otros planes de trabajo pero
los pospuse para más tarde esa misma noche , por fin te podría conocer en
persona y nada ni nadie me lo impediría.
Para
ser sincero cuando llego el día estaba aterrorizado, no quería causarte mala
impresión y que por ello no pudiéramos ser amigos, con los nervios puse el
navegador en el coche así llegaría hasta la puerta del centro cultural donde
era el acontecimiento sin perderme, además de ser puntual. Pues no hubo manera, no había donde aparcar y
llegaba cinco minutos tarde. Entre como una exhalación en la sala que aún
estaba abierta y casi te atropello ya que tu salías en ese preciso momento con
tu editora para tratar algún tema, me miraste sorprendida y un poco asustada,
yo te había reconocido pero gracias a
dios tu a mí no, solo pude decir – Buenas tardes, perdón por llegar tarde- a lo
que tu editora contesto – tranquilo aún no hemos empezado, puedes ir
sentándote-. ¡Qué mal!, ahora a mis nervios se unía el ridículo que sentía haber hecho en nuestro primer
encuentro.
Tras
varios minutos, que se me hicieron eternos, conseguí relajarme un poco,
entraste en la sala decidida, con paso firme y te colocaste en el escenario; la
sala era pequeña, para unas cincuenta personas con una tarima para los
intervinientes y una mesa con un montón de ejemplares de tu libro colocados de
manera que todos los presentes pudiéramos ver las portadas.
Tu
ibas vestida completamente de blanco, con una camiseta y un pantalón vaquero
muy ceñidos, unos zapatos de tacón negros muy altos y una chaqueta de punto también
negra. Sinceramente durante los primeros quince minutos que estuvo hablando tu
editora sobre ti, fui incapaz de escuchar ni entender absolutamente nada, tu
belleza me había impactado de tal manera que no reaccionaba. No solo eras más
hermosa de lo que me esperaba, tu forma de vestir, de moverte sobre el
escenario, de mirar a tu alrededor, como te abrazabas a tu libro, todo me tenía
en otro mundo, no sé quién te aconsejaría el corte de pelo que llevabas, había
visto muchas fotos tuyas de años anteriores con media melena que no te favorecía
nada, pero ahora lo tenías muy corto y escalonado haciendo que resaltase tu
belleza natural, tus ojos brillaban, se notaba que ibas a hablar de algo que te
apasionaba y estabas feliz por ello, eras alta y muy estilizada, aun teniendo
poco pecho a mí me aparecía que era perfecto estaba en su sitio y al ir tan
ceñido sugería más cosas. Qué demonios me pasaba, jamás mi mente se había
detenido de esa manera al ver a una mujer que no solo era muy hermosa sino que
hipnotizaba con su feminidad y sensualidad.
Antes
de que terminara el discurso tú editora me miraste y sonreíste, creo que me
habías pillado con la boca abierta escudriñando cada centímetro de tu cuerpo,
agache la vista avergonzado, en ese momento no sabía si tendría el valor de
mirarte a los ojos de nuevo. Los aplausos para despedir la introducción me
sacaron de mis pensamientos y al mirar de nuevo hacia ti mi corazón se paró otra
vez al ver que me mirabas y sonreías de nuevo, mi cara estaba completamente
colorada pero ya no quería dejar de mirarte, tampoco podía.
Era
tu turno, comenzaste a explicar brevemente tus comienzos en la literatura, tus
ganas de escribir, los parones de tus ideas y las temporadas en blanco,
hablabas de tu libro como esa madre que habla de su retoño, orgullosa de lo que
habías conseguido e ilusionada de lo que vendría ya que no era un solo libro
sino varios formando así una saga de la cual el segundo ya estaba casi escrito.
En el turno de preguntas tenia cientos, miles de ellas pero mi timidez me
impedía hacerlas, eso y que un niño listillo de unos trece años que tenía al
lado me las pisaba una tras otra. Tu voz era muy dulce, parecías una mujer muy
sensible y comprometida con las personas indefensas, con esas causas por las
que poca gente se implica y menos aún se mueve de su cómodo sofá, tu sí que lo hacías;
parte del dinero recaudado en la venta de la novela iba dirigido a algunas
asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro. Aunque pudiera parecerlo por
tus palabras no eras feminista, eras “igualista”, si la palabra existe, para ti
todos somos iguales y diferentes, pero tenemos los mismos derechos y
obligaciones los unos con los otros y nadie debería estar por encima de nadie,
eso me gusto mucho.
Al
terminar comenzó la firma del libro, te sentaste junto a la mesa que había a un lado
de la tarima con los libros, se formó rápidamente una fila para ir en orden a
recibir una dedicatoria de tu puño y letra; mi gozo en un pozo, no podría
hablar en privado nada contigo pero es lo que tienen estas cosas, el artista se
debe a su público. Cuando por fin me tocó a mí, me miraste y dijiste -¿tú eres
José verdad?, ¿pensé que no vendrías?- yo conteste –sí, soy yo y no me lo
habría perdido por nada del mundo, ha sido genial-. La dedicatoria del libro me
la guardo para mí para siempre y aunque no te salió de manera espontánea, ya
que las tenías escritas en una de tus famosas libretas, para mi es única porque
está dedicada a mí y solo a mí en el día que te vi por primera vez y en el
libro que aun guardo sin ni siquiera haber ojeado, como si tuviera miedo de que
se estropeara o manchara, termine la novela en la tablet, donde la empecé.
Después
de la firma se pasó a la degustación de productos de la tierra y a brindar por
la novela, por la escritora, por los lectores y por el futuro de una gran saga.
En un momento de las charlas y los corrillos me pude acercar y decirte al oído
lo ilusionado que estaba por haberte conocido y las ganas que tenia de hablar a
solas contigo, tú me dijiste –aun no te vayas, queda mucha presentación y luego
iremos a tomar algo, me gustaría que vinieras- yo me disculpe, tenía otra cita
a la que no podía faltar por motivos de trabajo. Te di dos besos en las
mejillas, aunque quería besarte en los labios desde que casi tropezamos en mi
espectacular entrada en escena; tú me deslizaste en la mano un pequeño trozo de
papel y me dijiste al oído –llámame más tarde, sobre las doce-, me puse de
nuevo colorado solo pude contestar entre balbuceos y tartamudeos –lo hare, no
lo dudes-.
Al
salir del edificio mi mente era un torbellino, no paraba de dar vueltas, era
incapaz de pensar de manera coherente, me metí en el primer bar que encontré y
me tome un café, despacio, saboreando cada sorbo como lo había hecho con cada
segundo que había estado cerca de ti, me concentre en lo que tenía que hacer y
tras mirar el reloj y ver que llegaba tarde salí corriendo a por el coche, mi
jefe y los de este me esperaban para una cena de negocios y llegaba ya media
hora tarde.
Siempre
he sido un profesional en lo mío y conseguí desconectar completamente de lo
sucedido contigo durante la cena, había llegado muy tarde y no quería más
miradas inquisitorias de ninguno de mis superiores. Tras la cena y una copa y
ya con todo el asunto solucionado me despedí de todos y fui directo a mi coche.
Durante unos minutos dude si llamarte o no, estabas con tu gente y no quería
ser inoportuno, al final me decidí y marque los números que me habías escrito
en el trozo de papel, tras sonar varios tonos la llamada se interrumpió. Volví
a marcar y de nuevo se cortó, ya no sabía qué hacer, de pronto el teléfono
empezó a sonar casi se me cae de las manos del susto, conteste -¿Quién es? Y tu
voz sonó por el auricular – ¿has mirado el reloj?, ¿sabes que hace una hora que
espero tu llamada?- no me lo puedo creer, miro el instrumental del coche, ¡por
dios!, es la una de la mañana, siempre soy puntual pero hoy tengo un mal día,
-lo siento, ni siquiera me había dado cuenta, ha sido una noche muy ajetreada-,
tú me dices –no debería ni hablarte, me separe del grupo hace ya rato a la
espera de que me llamaras y si no tienes nada bueno que ofrecerme casi prefiero
dejarlo para otro día-. “Nada bueno que ofrecerme” a que te refieres, -¿quieres
una copa?, ¿te paso a buscar?- te digo, por el teléfono me llega tu risa -¿eso
es lo mejor que me puedes dar?- contestas, no sé ni que decir, estoy muy
perdido, tu risa suena de nuevo por el auricular y me dices –anda no seas tonto
ven a mi pequeño rincón, acabo de abrir una botella de vino y no pienso tomármela
sola- me tiembla la voz mientras te digo –voy inmediatamente, dame la
dirección-, cosa que haces y salgo volando hacia lo que tu llamas tu “pequeño
rincón”.
Cuando
llegue a la calle no te veo por ninguna parte y no sé en qué numero es ni en
que piso, me estoy poniendo aun más nervioso, de nuevo suena mi teléfono, eres tú,
al descolgar se escuchan tus risas -¿Qué, no me encuentras?, es la casa
molinera que tienes detrás, la de las luces encendidas-. Me acerco a la puerta
que esta entreabierta, y por fin entro en tu guarida, cierro tras de mí y
escucho tu voz que me dice –pasa al fondo, te estoy esperando-, el fondo es una
puerta trasera, he entrado directamente en un pequeño salón que estaba en obras,
con herramientas y material por todas partes.
Al cruzar la puerta me encuentro en otro
mundo, es un jardincito con bancos de madera cubiertos de cojines con un paseo
sobre el césped hecho con trozos de baldosas rotas de muchos tipos y colores,
la iluminación esta a ras de suelo dando un tono brillante al verde de la
hierba, todas las paredes están pintadas de un violeta fuerte, el lugar es
precioso. Tu estas sentada en el banco que hay al final del paseo cubierto por
un cenador blanco, de fondo se escucha una agradable música muy suave, te has
cambiado de ropa, llevas puesto un minivestido de lentejuelas doradas con unos
zapatos de tacón negros que tienen incrustaciones también doradas, un colgante
precioso se desliza de igual manera por la espalda y en tu generoso escote a
juego con los pendientes, mirarte en este escenario es como venir de la
oscuridad y haber encontrado la luz; esa luz que en algún momento de la vida todas necesitamos que nos indique el camino a seguir.
Al
acercarme y darte dos besos me dices muy suavemente -¿acostumbras a hacer
esperar a las mujeres siempre así?, sírvete una copa y rellena la mía por
favor-. Nos sentamos en el banco, hace una noche preciosa y aun estando en la
ciudad se distingue el cielo completamente despejado y el titilar de las
estrellas más brillantes. Comenzamos a hablar de la presentación y de tu novela,
es una charla muy agradable con una mujer muy agradable, estoy a gusto y el
vino también ayuda, se me están quitando los nervios, me preguntas por mis
escritos y te digo lo de siempre, “que están algo subiditos de tono y que me da
vergüenza y miedo que alguien los lea”, pero tu quieres leer algo mío e
insistes para que te deje hacerlo. A regañadientes salgo al coche cojo la
tablet donde suelo escribir y al volver a tu lado escojo el que para mí es el
más suave de todos, te ríes y me dices –eso no vale, quiero escoger yo uno al
azar- me ruborizo pero asiento, entras en la carpeta donde están todos mis
escritos y cierras los ojos pulsando a ciegas, el archivo se abre de inmediato
y empiezas a leer en voz baja, solo para ti.
Poco
a poco se va viendo cierto brillo en tus ojos, creo que te está gustando,
cambias de posición inquieta en el banco y continúas, de vez en cuando me miras
unas decimas de segundo y sigues, noto como tu respiración aumenta de ritmo, el
bello de tus brazos se eriza y al mirarte a los ojos veo un pequeño escalofrió
en ellos. No apartas la mirada del texto, haces una pausa y me dices – ¿algo
subidito de tono?, joder como me gusta-.
Cuando
terminas dejas la tablet sobre la mesa, coges tu copa de vino y con un gesto me
invitas a brindar –por un futuro que parece que promete y por todos los
orgasmos que producirá la lectura de tus textos- nuestras copas chocan en el
aire y bebo un pequeño trago, tu apuras hasta el fondo la copa y me dices –algo
de lo que aparece en él lo has hecho alguna vez- yo contesto que si, mientras me
acerco a ti, preguntas de nuevo -¿hay algo de él que te gustaría hacer
conmigo?- y ahora eres tú la que acerca los labiados a los míos –todo lo que tu
quisieras- contesto, doy el último paso uniendo tus labios y los míos en un
largo y húmedo beso en el que nuestras lenguas empiezan a bailar al compas que
marcan nuestros cuerpos que han estallado a la vez en pasión ardiente y deseo
acumulado.
Durante
varias minutos nos besamos con locura, mis manos recorren tu cuerpo tu cintura
y parte de tus piernas, las tuyas se entretienen en mi espalda, van de arriba
abajo, me sacas la camisa de los pantalones y las metes por dentro en una
cálida caricia que me hace estremecer, estamos muy excitados, apartas mi cuerpo
del tuyo de un empujón rellenas la copa de vino de los dos y brindas de nuevo
conmigo –por un beso mucho mejor de lo que me esperaba- nuestras copas chocan
de nuevo y ahora el que la apura hasta el final soy yo.
Me
coges de la mano te levantas y haces que siga tus pasos por el jardín, me
llevas hasta el fondo donde hay una puerta blanca que da paso a una pequeña
habitación con una cama grande de matrimonio, un armario a juego con la cómoda
y el cabecero de la cama y un pequeño baño, cierras la puerta con el pestillo
me abrazas de nuevo me besas y me dices –demuéstrame que sabes hacer lo que
escribes y te daré mi opinión sobre lo que he leído-. Ya no puedo parar, mis
nervios se han transformado en lujuria y mi mente solo piensa en cómo darte el
máximo placer.
Te
coloco de espaldas a mí y aprieto mi cuerpo contra el tuyo de tal manera que
parecemos uno solo, comienzo a besar tu cuello mientras mis manos descubren que
tus pechos no eran tan pequeños como parecía y que los pezones luchan por ser
liberados de la presión del vestido ya que no llevas sujetados, acaricio toda
la piel que los rodea dando un pequeño pellizco sobre los dos, a la vez que
haces que tu cuerpo se retuerza de placer rozando tu culo contra mi pelvis
donde ya se nota una gran erección que a su vez yo aprieto contra tus glúteos,
eso te hace empezar a jadear, el deseo lo puede todo. Muy despacio voy bajando
la cremallera del vestido acompañando a mis manos con la lengua por toda tu
columna vertebral, al llegar abajo comienzo de nuevo a subir sacándote el
vestido por la cabeza en un solo movimiento, tu piel es muy blanca y suave, te
doy la vuelta y ya de cara a mi beso tu boca y muerdo levemente tu labio inferior, muerdo tu cuello y sigo
bajando, ya liberados los pezones los lamo muy despacio haciendo círculos con
la lengua y dándoles un beso absorbente a cada uno, en este punto están tan
sensibles que un calambre atraviesa todo tu cuerpo y se pone en contacto
directo con tu clítoris que comienza a hincharse en el acto.
Bajo
mas pasando la punta de la lengua por cada centímetro de tu piel, decido dejar
para más adelante lo que tú quieres que entre ya en juego, te quito una media
de manera muy delicada mientras te beso la pierna de arriba abajo, cuando
termino empiezo por la otra que beso de
igual manera hasta la punta del dedo gordo.
No
me deshago de las medias, al contrario, te hago girar de nuevo coloco tus manos
en la espalda y utilizo la primera para atarlas, con la segunda te vendo los
ojos algo que parece excitarte aun mas, son unas ligaduras muy débiles pero no
haces ni siquiera amago de querer soltarte; te digo al oído –ya eres mía, ¿a
que estas dispuesta?- entre jadeos me contestas – a que me des placer- sonrió y
con tus manos en esa posición acerco mi erección unos segundos que aprovechas
para agarrarte con fuerza a ella, el deseo te puede por momentos y me gritas
–házmelo ya- estallo en una carcajada y te digo –para eso aún queda mucho- tu
cuerpo denota frustración e impaciencia, comienzo de nuevo a comerte el cuello
para que veas que aun estoy ahí.
Tras
tumbarte con delicadeza boca abajo en la cama empiezo un pequeño masaje por tu
espalda que poco a poco voy bajando hasta llegar a tu fantástico culo, lo
masajeo fuertemente entre mis manos haciendo que los pulgares vayan tocando
poco a poco los labios vaginales. La reacción es casi instantánea y la humedad
inunda el interior de tu sexo haciendo que los tus labios mas íntimos se
hinchen y abran a la espera de recibir lo que más desean. Me aparto de ti un
poco y me desnudo rápidamente, tu inquieta te mueves en la cama y me preguntas
-¿Qué haces no te vayas ahora?- yo te digo – tranquila no pienso irme solo
acabo de empezar-, repito la misma operación pero esta vez el masaje de tus
glúteos lo hago con la boca y a los labios que piden a gritos una
penetración comienzo a bésalos muy
despacio, quiero sentir que disfrutas, ayudado de los dedos masajeo también tu
clítoris que a estas altura ya parece completamente inflamado.
La
respiración se te entrecorta con cada circulo que hago con la lengua a su
alrededor y más aun cuando tras una pequeña presión sobre él lo libero de
golpe. Noto como sube el ritmo de tus gemidos estas a punto de tener el primer
orgasmo, pero te voy a castigar un poco y paro de golpe, me pides que siga con
desesperación y te digo –aun no es el momento, se que después querrás mas y
cuando te deje terminar será como la explosión de un volcán en tu interior- protestas
un poco pero estas ansiosa de ver por donde continuo. Con mucho cuidado te doy
la vuelta libero tus mano y te las ato de nuevo ahora por encima de la cabeza a
una viga de madera del cabeceo de la cama, -estas a mi merced, ¿por dónde
quieres que continúe?- la respuesta me pilla de sorpresa –muérdeme despacio los
pezones-, antes de hacerlo los lamo de nuevo y por supuesto les doy pequeños
mordiscos ejerciendo sobre ellos un presión que voy variando cuando veo en tu
cuerpo que comienza el dolor. Tengo que terminar lo que había empezado antes,
dirijo mi boca de nuevo hacia tu zona púbica, que por cierto es preciosa,
completamente depilada para que nada moleste el trabajo que sobre ella hace mi
lengua, comienzo a la vez un ligero masaje sobre los labios mayores pasando
también por los menores, entre balbuceos te entiendo solo una cosa –dámela por
favor quiero comértela- hago girar mi cuerpo y en la postura llamada sesenta y
nueve comienzo a sentir como tu boca devora mi miembro, de vez en cuando
aprieto con fuerza hasta tu garganta y cuando noto que te ahogas la saco de un
tirón del fondo de tu boca, te dejo respirar un poco y aprieto de nuevo de
nuevo.
Con
los brazos empiezas a hacer fuerza hasta rasgar tus ataduras, arrancas también
la venda de tus ojos, me empujas fuera de tu boca y haces que me tumbe boca
arriba sobre la cama, de un salto te montas sobre mi y de un solo empujón entro
completamente en tu cuerpo, tienes la cara desencajada los ojos abiertos de par
en par, una lagrima recorre tu mejilla, comienzas un fuertísima galopada con
sacudidas constantes, el placer te inunda, no puedes mantener un ritmo y por
eso el orgasmo se reprime dentro de ti, de tu boca salen palabras que no logro
entender; sé que ha llegado el momento, levanto un poco la cintura para que la
penetración sea aun más profunda y en ese momento tus gritos me dicen que ya está,
tu cuerpo lo está dando todo, has llegado al punto de placer que necesitabas,
el orgasmo es largo, muy largo, cuando todo termina te dejas caer desplomada
contra mi cuerpo, con dulzura te acaricio el pelo y te beso, me dices –no creo
que pueda mas- te miro, sonrío y te doy de nuevo la vuelta sin salir de ti, con
mucho cuidado y delicadeza.
Agarro
tus tobillos y abro tus piernas todo lo que me dan mis largos brazos, mi cadera
empieza a moverse con una ligera cadencia que aumento según la expresión de tu cuerpo
me va pidiendo ya te falta poco y a mí también, cierro tus piernas para que tu sexo
se cierre completamente contra mi miembro y tú puedas sentirlo aun mas, coloco
tu cuerpo en un ángulo de noventa grados con las piernas levantadas, el placer
es brutal en el mismo momento que eyaculo dentro de ti tú tienes otro orgasmo.
Los dos caemos rendidos sobre las sabanas, empapadas de sudor, después de coger
un poco de aire nos besamos durante largo rato terminamos en la cama la botella
de vino y nos quedamos dormidos.
No
sé cuánto tiempo después, me despierta una agradable sensación, debajo de las
sabanas estas haciéndome una exquisitez con la boca, las levanto ligeramente y mirándome
a los ojos me dices –relájate, ahora me toca a mí-. Así pasamos toda la noche y
parte de la mañana siguiente hasta que no nos quedo otro remedio que
levantarnos a comer algo para recuperar fuerzas.
Desde
entonces tu rincón se ha convertido en parte de mi vida, hemos pasado grandes
momentos juntos en él, no solo haciendo en amor, sino también charlando,
riéndonos y creando una extraña amistad, llena de complicidad y sentimientos
que nos han hecho muy felices a los dos. En ese mágico lugar escribiste tus
siguientes libros y el prologo del mío, un libro de relatos que a más de una hizo
feliz su lectura y a más de uno ayudo a destruir la rutina de una larga
relación al ponerlos en práctica.
Es
aquí, en nuestro rincón, donde me encuentro ahora escribiendo estas líneas que
se me han ido de las manos por su duración, me siento incapaz de resumir el día
que te conocí en un relato de pocas líneas, ya que esto han sido solo mis
recuerdos de la primera noche; nuestra vida juntos daría para varias novelas.
No sé si algún día te dejare leerlo, sería el primero que te oculto y no me
apetece hacerlo. Lo dejo sobre la mesilla en la que compartimos nuestra primera
botella de vino bajo un cielo ya estrellado que recuerda aquella primera vez,
para que cuando vuelvas de trabajar con lo que llamas “tu otra familia”, los
discapacitados, lo leas y disfrutes del recuerdo; espero tus criticas en
nuestra cama, con un par de medias a mi lado, quiero que hoy seas tú la que me
ate con ellas y haga conmigo lo que desee.
J. M. LOPEZ
J. M. LOPEZ
Si esta escrito dedicado a alguien se debería sentir afortunada y si es real mejor
ResponderEliminarninguno esta dedicado a nadie
EliminarVaya con la escritora; veo que te gustó y hasta te atrapó; aunque sin ninguna intención de oprimirte.
ResponderEliminarMe gusta tu forma de escribir, pero si me permites, deberías corregir algunas faltas y erratas literarias.
De cualquier modo deberías presentarlo a un premio de relatos cortos. Ya me dirás.
Muchas gracias, por los ánimos y por las correcciones. No pongo las faltas a posta, e intento no tener errores. Con respecto a las erratas literarias, intentare mejorar, aunque sin ayuda es muy difícil.
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