Como todos los años las fiestas
de navidad estaban siendo raras, ya hacía varios años del divorcio y seguía sin
tener una pareja estable ya que ninguna mujer de las que había conocido se
parecía en nada o casi nada a lo que buscaba. No eran pocas las que había
conocido, ya que el mundo de los solitarios cada día se hacía más grande y
siempre apetecía pasar la noche con alguien del sexo contrario y además en los
últimos tiempos las mujeres se habían desinhibido, con lo que ya no éramos los
hombres los que buscábamos relaciones esporádicas sino que también ellas lo
hacían.
Teníamos más formas de relacionarnos que nunca,
redes sociales, foros, blogs de citas, páginas de contactos etc…, pero lo
difícil para mí era encontrar a alguien que me llenara completamente, el sexo
esporádico estaba muy bien, pero yo quería una relación de verdad con todas sus
consecuencias, eso era lo difícil de encontrar, a todas las comparaba con mi
ex, así no podía seguir, sabía que nunca encontraría a alguien como ella.
Después de esto os preguntareis “¿entonces por qué nos habíamos divorciado?”,
pues muy sencillo, ella había conocido a alguien que la interesaba más que yo y
por eso me había abandonado, lo curioso es que desde que no estábamos casados
nuestra relación era mejor que nunca, hablábamos a menudo, tomábamos café una
vez a la semana y nos reíamos muchísimo juntos, pero la traición cuesta
perdonarla y una cosa era ser grandes amigos y otra muy distinta volver a estar
juntos.
Pues a lo que iba, había pasado
la noche buena y la navidad con mi hijo, mi madre y mis hermanos, lo que había hecho que
tuviera un deseo irrefrenable de salir de casa de mi madre. No es que no les
quiera, sino que dos días en familia era demasiado para mí, necesitaba algo
distinto y había hecho planes para la noche de fin de año con un grupo de
amigos que solíamos salir. El plan era muy sencillo, divertirse pasara lo que
pasara, así que después de dejar a mi hijo con su madre, se quedaría con ella
hasta después de Reyes, me fui a casa, me afeite, me duche y me puse guapo para
tener una noche de fiesta, un vaquero negro que cuando lo compre me estaba
menos ajustado, camisa roja con los puños y el cuello blancos, zapatos negros
que relucían de limpios que los había dejado, un abrigo gris que por extraño que
parezca también me quedaba algo justo, no me lo podría abrochar en toda la
noche si no quería marcar michelines, la cartera llena y un par de condones por
si sonaba la flauta.
La velada consistía en una cena, en
uno de los restaurantes de la ciudad y tras sopesar si meternos en un cotillón
o ir de bares, y ver lo fría y lluviosa que se presentaba la noche, decidimos
que lo mejor sería un cotillón cerrado muy cerca de donde cenábamos.
A las nueve de la tarde ya
estábamos todos en el lugar de encuentro, la plaza de la universidad, sin
retrasos y con muchas ganas de pasarlo bien, así que empezamos por brindar con
unas copas de champan antes de ir a cenar. En la plaza de la universidad hay
varios Pup`s que ese día estaban abarrotados de gente ya medio borracha que no
paraban de pedir botellas de cava para brindar, así que no había mucho donde
elegir y nos metimos en el único que entrabamos todos, doce personas en total,
pedimos unas botellas y empezamos el ritual de otros años, una por nosotros,
otra por las mujeres, está por el año nuevo, y así hasta seis o siete brindis
que a mí personalmente, con lo poco que me gusta el champan y lo mucho que me
afecta, me hacía empezar a tener un cierto mareo y desear meterme algo sólido
en el estómago.
En ese lugar fue donde te vi por
primera vez, estabas con un grupo de amigos en el que había hombres, mujeres
gente joven y muy mayor, más tarde sabría que la mayoría eran compañeros de
trabajo que tras salir de currar todos los años hacías una ruta de pincho y
cava por la zona donde estábamos.
Fue como si el tiempo alrededor
mío se detuviera o todo fuera a cámara lenta, yo estaba hablando con Carlos, de
repente se abrió la puerta a mi espalda, una corriente de aire helada me dio de
lleno y me gire para ver por qué no se cerraba la puerta, en ese momento te vi,
estabas sujetándola para que tus amigos entrasen, al ver que te miraba me
hiciste un gesto disculpándote y me dijiste -enseguida cierro-, yo solo pude
sonreír y quedarme mirándote con la boca abierta. Cuando por fin entraron todos
y se cerró la puerta al pasar a mi lado me pediste perdón y te fuiste directa a
la barra, yo no podía dejar de mirarte, te quitaste el abrió negro con un
bordado precioso de color rojo intenso y pude ver tu cuerpo menudo con total
nitidez. Llevabas un vestido rojo muy ceñido y muy corto, con un escote palabra
de honor que hacia que tus curvas fueran de vértigo, con unas medias muy finas
y unos zapatos también rojo pasión, el peinado era de peluquería, un recogido a
un lado de la cabeza decorado con pequeñas flores metalizas de color dorado al
igual que los pendientes y el collar que lucias al cuello, no se si eran uno o
varios ya que de un solo enganche salían tres cordones de oro, los cuales en el
centro tenían cada uno una bolita
también de oro que se apoyaban justo sobre tu pecho por encima del vestido,
cada una a diferente altura.
Tu cuerpo era espectacular, casi
perfecto, tus pechos tenían un tamaño géneros, parecían incluso operados por lo
perfectos que eran, tenías cintura de avispa, a la que acompañaba una cadera también
generosa, un culo respingón y unas piernas de infarto perfectamente definidas,
está claro que eras más deportista en esa época de lo que yo había sido nunca. Lo único que no me hacia mucha gracia era tu
estatura, aun con los tacones yo te sacaba una cabeza fácilmente así que sin
ellos no sé qué tamaño tendrías pero estaba muy claro que tenías que ser más
bien bajita, cosa que no es que importara mucho ya que el resto de tu cuerpo
compensaba con creces es pequeño defecto.
Tras observarte un rato me di
cuenta de que tú también me estabas mirando, me ruborice y me gire para que no
te dieras cuenta. Me tocaba a mí pedir una ronda y no me quedo más remedio que
ir hacia la barra justo al lugar donde tú estabas; pase a tu lado haciéndome el
despistado como que no te veía, durante unos segundos pensé que había
funcionado ya que tú no te fijabas en mí,. En cuanto le pedí al camarero las
botellas de champan no pude resistirme más, con disimulo mire hacia donde tú estabas, me
mirabas de nuevo y no solo eso sino que venias directa hacia donde yo estaba,
ahora sí que no sabía dónde meterme, al llegar a la barra le pediste al otro
camarero una ronda para vosotros y con el codo me rozaste ligeramente la
espalda haciendo que yo me girara, en cuanto lo hice me dijiste algo que yo no
entendía, había demasiada gente y demasiado ruido, al darte cuenta de que no te
oía te acercaste un poco más a mi oído y me dijiste –feliz navidad- yo te mire
sorprendido y te conteste –igualmente-. Cuando me iba hacia mis amigos pegaste
un pequeño tirón de mi camisa y me dijiste – ¿no me piensas dar un beso?,
estamos bajo una ramita de acebo y es
tradición que las personas se besen debajo de la ella-, estoy seguro de haberme
puesto muy colorado, más aún cuando al ir a darte dos besos en las mejillas tu
hiciste un pequeño giro de cabeza, que provoco que esos dos besos se
convirtieran en dos pequeños picos en los labios.
Al ver lo cortado que me había
quedado aprovechaste y te presentaste; tu nombre Carla, yo te seguí la corriente
y también me presente –yo soy José-, en el momento que te decía mi nombre todos
mis amigos se abalanzaron sobre mí suplicándome que les presentara a una mujer
tan guapa, cosa que empecé
a hacer hasta que una de tus compañeras se acercó al tumulto y con la disculpa
de que os ibais te separo de mi sin darme la posibilidad de despedirme o de
pedirte el teléfono.
Mi noche de fiesta había
cambiado, nos fuimos a cenar todo el grupo, el menú era fantástico y nada pesado,
como sucede en estas fechas, y los chistes de unos y las bromas de otros hacían
que todos se rieran a carcajadas, eso y que el alcohol ya empezaba a hacer de
las suyas; yo no estaba concentrado, mi mente solo pensaba en ti, estaba
disperso, ausente, no podía quitarme de la cabeza tu pequeño beso y no dejaba
de pensar en lo tonto que había sido al no tener ahora la posibilidad de
contactar contigo.
La noche continuo, después de la
cena llegaron la uvas, ni siquiera pude con ellas; mas tarde las copas y el baile, ya no me hacía gracia nada, en varias
ocasiones había intentado escaquearme e irme a casa, pero mis amigos estaban
muy atentos y no me lo permitían. A las
cinco de la mañana termino el cotillón, principalmente por que se había acabado
la bebida de la barra libre, antes de que se preparase un altercado los
organizadores decidieron dar por concluida la fiesta. Pero claro es nochevieja
y hay que tomar el chocolate con churros tradicional.
En ello estábamos cuando tu entraste en escena
de nuevo, yo no te había visto pero uno de mis amigos se acercó y me dijo –tu
amiga ha vuelto- me di la vuelta para comprobarlo y efectivamente allí estabas,
tan radiante que parecía que no habían pasado las horas por ti, esta vez fui yo
quien se acercó; aun no me habías visto, me coloque a tu espalda y te dije
–parece que el destino quiere que nos veamos de nuevo-, ¡joder que cursi me ha
quedado!, a lo que me respondiste –no ha sido el destino, os he visto entrar
cuando me iba a casa y quería darte otra oportunidad-, de nuevo con la boca
abierta y sin saber que decir, me coges de la mano y me llevas hasta la barra,
-¿no me vas a invitar desayunar?- me dices, no reacciono, en mi mente escucho
“vamos José di algo”, entre balbuceos consigo pedirle al camarero el café que
me has dicho y un par de porras. Cuando te vas a comer la primera me miras a
los ojos y con un susurro me dices – ¿te la imaginas en mi boca?-, y comienzas
a jugar con ella entre los labios, en mi cabeza suena una campana, es la señal
de salida, ya estoy despierto y algo cachondo, agarro tu cara con ambas manos y
comienzo a besarte con pasión, tus labios responde de inmediato.
Ya no me despido de nadie, pago
la cuenta, cojo tu abrigo, te ayudo a ponértelo y salimos los dos del bar, de
nuevo nos besamos , es un largo y muy agradable beso, cuando abro los ojos y
miro a los tuyos veo en ellos el mismo deseo que siento yo, al levantar la
mirada veo a mis amigos y a los tuyos agolpados en la ventana, mirándonos con
los ojos como platos, estan flipando todos, tú también les ves, nos miramos y
empezamos a andar muertos de la risa, en cuanto damos la vuelta en la primera
esquina ya nadie nos observa y nos besamos de nuevo, pero esta vez apoyo tu
cuerpo contra la pared y me pego a ti, quiero sentirte quiero besarte, no,
ahora lo que quiero es follarte.
Con una mano en mi pecho me
apartas de ti y me dices –vivo aquí al lado, vamos a mi casa- asiento con la
cabeza, me agarras por el cinturón y me llevas dos portales más abajo; sacas
las llaves del pequeño bolso y entramos en el portal. Aquí ya se nota el calor,
mientras esperamos al ascensor no dejamos de besarnos y acariciarnos, la
lujuria nos puede, mientras subimos al sexto continuamos de tal manera que al
llegar arriba ninguno de los dos tiene ya puesto el abrigo y mi camisa ya está
fuera de los pantalones, a medio desabrochar. Una vez dentro de tu piso la
locura continúa y sube rápidamente de tono. Me arrancas los botones que aún
quedan abrochados y comienzas a besarme el pecho recién depilado, parece
agradarte ya que no paras de decir “que rico, que rico” te acercas a mis
pezones y siento un pequeño mordisco, ¡que dolor!, mientras me desabrochas el
cinturón y comienzas con los botones del pantalones uno a uno, muy despacio,
como si lo estuvieras saboreando.
Cuando solo te quedan dos metes
dentro los dedos y pasas las yemas a lo largo de mi ya completa erección, me
hace volver loco; sueltas los botones que quedan, metes las manos y me bajas de
un golpe hasta las rodillas pantalones y slip como si fueran los dos una sola
pieza. La agarras con fuerza, mientras me besas en los labios comienzas a
masturbarme, muy despacio, yo intento hacer algo parecido con tu vestido, me
paras y me dices entre besos –espera un poco déjame que lo disfrute a mi manera-.
Sin dejar de mirarme a los ojos en ningún momento
te dejas caer de rodillas en el suelo y me das besitos muy despacio en la
punta, pasando los labios mojados por ella, me dices – ¿te acuerdas de la
porra?, no me has dejado terminar el desayuno antes, ahora quiero comérmela
entera sin que nadie me moleste-. Vas poco a poco con cada movimiento de cabeza
haces que llegue un poco más dentro mientras tu lengua juega con ella, sigues sin
dejar de mirarme a los ojos, lo cual me excita aún más; creo que jamás había
estado tan dentro de la boca de ninguna mujer, el placer puede con el resto de
mis sentidos, protesto para que te detengas
–para por favor, si no lo haces terminare corriéndome y aun no es el
momento-, la sacas de tu boca y me dices
–me debes el desayuno y lo quiero
ahora mismo-, te la metes de nuevo entera y a la vez empiezas a masturbarme, no
puedo aguantar más, eyaculo con todas mis fuerzas en tu boca, la sensación es
increíble, hacía mucho tiempo que no sentía algo igual, te la terminas entera y
muy despacio te incorporas mientras pasas la lengua por todo mi torso desnudo,
como no haciendo una parada en mis pezones para morder uno y pellizcarme el
otro.
Aún estamos en medio del pasillo,
yo con los pantalones por los tobillos y la camisa abierta y tu completamente
vestida. Me das la mano de nuevo y me llevas a tu dormitorio, mientras con la
otra mano me sujeto el pantalón para poder andar, ahora que lo pienso tenía que
estar ridículo.
Nada más entrar me besas y me dices –ponte
cómodo, ahora vuelvo-, yo te digo –no te desnudes aun, quiero hacerlo yo- me
sonríes y entras en el baño del dormitorio. Aprovecho para terminar de
desnudarme y abrir la cama para meterme dentro, hace algo de frio ahora que no
estas a mi lado. Cuando entras en la habitación veo que me has hecho caso, aun
tienes puesto el vestido, solo te has quitado los adornos dorados del pelo las
medias y los zapatos, me toca jugar a mí.
Abro la cama invitándote a que te
acuestes a mi lado, cosa que haces de inmediato, nos besamos con pasión durante
unos minutos, sin nada mas, solo un intenso beso que hace que mi cuerpo se
excite un poco de nuevo, acaricio tus muslos de arriba abajo, dejando que mi
mano roce levemente tu entrepierna, que aun teniendo el tanga puesto noto el
calor y la humedad que desprende, cada caricia la hago con un poco más de
fuerza y el roce un poco más intenso, enseguida noto como se te ha mojado el
tanga completamente. Busco la cremallera del vestido, suelto un pequeño automático,
hago que la cremallera baje despacio, te tumbo boca arriba en la cama y saco el
vestido por tu cabeza.
No me equivoque en nada cuando te vi la
primera vez, tu pecho esta operado y por ello no te hace falta sujetador, tengo
que felicitar al cirujano, su trabajo es perfecto y el tamaño también, aproximadamente
una cien que va a juego con tu cadera y tu cintura, a diferencia de las que se
ponen una talla muy exagerada y no solo las queda muy mal sino que las hace muy
barriobajeras; acaricio las dos con
deleite, son muy suaves y con una textura que dan ganas de comérselos, cosa que
hago a continuación. Los pezones estan tiesos y duros como a mí me gusta, juego
con ellos, como tú antes con los míos, con pequeños mordiscos que hacen que
sueltes gemidos de placer.
Muy despacio voy bajando, besando tu abdomen,
no tienes nada de tripita y tus abdominales estan algo marcadas, continuo
bajando, beso tu pubis con el tanga aun puesto, agarro las gomas de este último,
mientras mi lengua baja por tus muslos hago que se vaya deslizando hasta las rodillas,
los tobillos, sin dejar de pasar mi lengua por tu piel, estás muy excitada e
intentas acariciarte el clítoris, yo no te dejo y te digo –me toca jugar a mí,
yo tampoco he desayunado y quiero comértelo bien-, me miras a los ojos y te
muerdes el labio inferior en un gesto de aprobación, -no me hagas atarte, si no
te estas quieta lo hare de inmediato- tu boca se abre ligeramente y solo de
pensarlo un suspiro sale de ella.
A llegado el momento, con un ligero movimiento te abro las piernas, estas perfectamente depilada, solo has dejado una pequeña línea de vello entre las piernas, que le da un aspecto muy apetecible, tanto que voy directo a besarte en los labios vaginales, huele a sexo, sabe a sexo, esta delicioso; apoyas tu mano en mi cabeza ejerciendo una pequeña presión, a lo que respondo abriendo los labios mayores con la punta de la lengua, acariciando con ella tú ya hinchado clítoris, tu respiración y el movimiento de tus caderas me indican que quieres que aumente el ritmo de los lametazos, empiezo a hacer unos pequeños círculos a su alrededor.
A llegado el momento, con un ligero movimiento te abro las piernas, estas perfectamente depilada, solo has dejado una pequeña línea de vello entre las piernas, que le da un aspecto muy apetecible, tanto que voy directo a besarte en los labios vaginales, huele a sexo, sabe a sexo, esta delicioso; apoyas tu mano en mi cabeza ejerciendo una pequeña presión, a lo que respondo abriendo los labios mayores con la punta de la lengua, acariciando con ella tú ya hinchado clítoris, tu respiración y el movimiento de tus caderas me indican que quieres que aumente el ritmo de los lametazos, empiezo a hacer unos pequeños círculos a su alrededor.
En pocos segundos tienes el
primer orgasmos, es brutal casi me ahogas al apretar mi cara contra tu cuerpo.
Te he dejado la zona tan sensible que me apartas bruscamente, al mirarte a la
cara veo en ella la pasión, el deseo desenfrenado que invade tu cuerpo, me
besas, me muerdes la lengua y me dices – métela ya, vamos, métela- la coloco
entre tus piernas y de un solo empujón la meto entera, tus ojos se abren
completamente –follame, follame- me dices. En pocos empellones hasta el fondo,
llega tu segundo orgasmo, es una explosión completa, seguro que tus gritos han
despertado a los vecinos me das la vuelta de un tirón en el hombro y comienzas
una cabalgada brutal; por un momento pienso que me la vas a partir, te corres una
y otra vez no puedes parar, hasta que por fin y tras el cuarto orgasmo caes
rendida sobre mi pecho.
Esto no puede terminar así, necesito disfrutar aún más de este momento, te pongo a cuatro patas y vuelvo a
entrar hasta el fondo, un gemido sale de tu garganta, lo intentas ahogar
enterrando la cabeza en las sabanas, voy muy despacio, los movimientos tan
lentos te están volviendo loca, intentas moverte y ser tu quien marque el ritmo
pero te tengo atrapada y no dejo que lo hagas. Enseguida me pides que termine
diciendo –vamos por favor quiero más, acaba ya de una vez-, me da la risa pero
te hago caso, los movimientos son cada vez más bruscos, ya no soy capaz de
detenerme, un espasmo recorre mi espalda en el momento de correrme con tan
buena suerte que te dejas llevar y el placer inunda de nuevo tu cuerpo. Sin salir de ti nos dejamos caer sobre la
cama, ambos estamos rendidos, después de varios minutos la respiración se
estabiliza y de mi boca salen pensamientos que nunca diría en voz alta –gracias
jamás había disfrutado tanto-, tu siguiente comentario me inquieta –no cantes
victoria no hemos hecho más que empezar.
Durante las siguientes semanas
nos seguimos viendo y descubriendo que teníamos más cosas en común aparte del
sexo, mucha gente diría que con eso era suficiente pero para nosotros no era
así.
Hoy es nochevieja de nuevo, hace ya un rato
que te espero en el salón, me he vestido para la fiesta a la que vamos y ya
estoy impaciente porque creo que llegaremos tarde, cuando de pronto apareces
ante mí, estas radiante, me he quedado con la boca abierta, como hace un año;
me miras a los ojos, te acercas a mí, me besas, sonríes y me dices – ¿te suena
el vestido?-, me fijo bien y descubro que es el mismo de la noche que te
conocí, -como le iba a olvidar, aun sueño con cada segundo de ese día-, te
abrazas a mí y yo te agarro por la cintura, acercándote a mi oído me dices
–mañana quiero desayunarte como la primera
vez-.
cada dia mejor
ResponderEliminargracias
EliminarUmmmmmm.....has conseguido q esté húmeda!!!
ResponderEliminarde eso se trata
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