miércoles, 12 de marzo de 2014

LA TATUADORA


La crisis de los cuarenta se estaba apoderando de mí. Ya hacia más de un año que los había cumplido y no dejaba de pensar en algún cambio en mi vida. Pero ese cambio nunca llegaba. Lo había intentado todo, cambiar de coche, no funciono, al igual que cambiar de piso y de zona donde vivir en la ciudad.
Ya hacia tres años que no salía con nadie en serio, aunque lo intente, pero tampoco era la solución, yo era demasiado mujeriego y a los pocos meses de tener pareja me cansaba de ella. Todas me aburrían, daba lo mismo lo guapas que fueran, o lo simpáticas que parecieran, incluso el sexo me aburría y eso si que era algo raro en mi.

Comencé a salir con un grupo de gente, que organizaba quedadas semanales por mi ciudad y las de alrededor, pero eso tampoco funcionaba, seguía sintiéndome mal con la forma de vida que llevaba. Los cambios de forma de vestir también habían sido constantes, la verdad  que con esto si que estaba contento, tras pasar por varios estilos a cada cual peor, al final había encontrado algo que si que me gustaba, la moda. Y sobre todo los complementos, no es tanto haber pasado de los vaqueros al traje, aunque siendo algo más elegante me siento muy bien; pero no es eso, lo que ahora me gusta y con lo que disfruto cuando voy de compras es con los zapatos, relojes, corbatas, cinturones, guantes y un largo etcétera.

Ya se que suena algo raro en un tío, más en uno heterosexual, pero en esto de las compras me encuentro como pez en el agua y me sirve para entretenerme los días que no hay que trabajar. Además en el piso nuevo tengo muchos armarios, más que una forma de vestir, esto se ha convertido en algo así como un entretenimiento, para mí.
Los amigos de toda la vida están encantados, cada vez que vienen a casa se llevan algo, que si tengo una boda, o una cita muy especial, lo que sea con tal de llevarse mis cosas y eso que cuando empecé me decían que era un tío raro, que nadie compraba tantas cosas y menos para tenerlas en el armario guardadas. Pero ellos también están cambiando y les gusta arreglarse, lo que no les hace tanta gracia es ir a comprarlo y aun menos pagarlo.
Vamos, que me había convertido en un niño pijo, algo que siempre había odiado y algo que jamás pensé que llegaría.

Solo se me ocurrió una forma de volver a ser un poco malo, hacerme un tatuaje. Había visto muchos, ninguno me gustaba, por más que mirase paginas en internet, consultara a los mejores tatuadores de la zona, no veía ningún dibujo que se adaptase a lo que yo quería. Por supuesto tenía que ser algo único, que nadie más llevara y que nadie hubiera visto hasta la fecha. Al parecer misión imposible.
De eso ya hace varios meses y aunque un tatuaje es algo para toda la vida y hay que tomar la decisión con calma, ya empezaba a estar intranquilo.
En las vacaciones de verano de ese año, en la playa de Samil, en Vigo, el primer día de llegar se sentó no ha mucha distancia de mi, un chaval de unos veinte años con un tatoo en el brazo que ya desde lejos llamo mi atención.
Ese primer día no lo pude ver de cerca, por más que le busque en la playa, no volví a coincidir con él, hasta la segunda semana de estar de vacaciones. Ese día y sin buscarle me lo encontré en una de las terrazas del paseo, llevaba puesta una camiseta de tirantes, con lo que el dibujo grabado en su piel se veía perfectamente.
Con cierto disimulo, me senté muy cerca del grupo con él que estaba. El tatuaje era de un samurái, se veía a la perfección el tremendo trabajo que el diseñador había realizado, la definición y los sombreados hacían que las facciones y los detalles pareciera que tenían movimiento, como si el dibujo cobrara vida con cada movimiento de su dueño.
-¿Se puede saber que cojones miras?-, me dice de golpe uno de los amigos del chico tatuado.
-Perdonad si os molesto, es que me parece un dibujo impresionante- les contesto, colorado por la vergüenza de la situación.
-No pasa nada Carlos- le dice el veinteañero a su amigo, -Es normal que se queden así mirándolo, ya sabes los dibujos de Carla, siempre llaman mucho la atención-.
- Si me permitís una pregunta- les digo, con algo de recelo, ya que el tal Carlos aun me mira con mala leche, -Me gustaría saber quién es el dibujante y el tatuador-.
-Claro que puedes preguntar, yo soy Alberto-, me dice el portador del tatoo, -Son los dos la misma persona, una gran amiga que tiene el estudio en Madrid-, me cuenta de manera muy amable. –Yo te doy su teléfono si quieres, pero te aviso de una cosa, Carla es muy especial y es ella la que elige a sus clientes, y no la lleves ningún boceto de lo que quieres, es mejor que se lo cuentes y ella sabrá que hacerte-
Llamo al camarero, le pido que les traiga una ronda de cervezas, que por supuesto pague yo, después de todo son buena gente. Hablo un rato más con ellos y al despedirnos Alberto me da el número de teléfono del estudio de Carla. Nos despedimos y no volvemos a vernos en los pocos días que me quedan de vacaciones.
Nada más llegar a mi casa, es lo primero que hago, llamar al teléfono que me dieron en vacaciones. No hay manera de comunicar con ella, siempre salta el contestador automático, “Hola soy Carla, si no te cojo el teléfono  será por algo, si quieres llama mas tarde y si no chao”. ¡Joder con la tía borde! Vaya mensaje que tiene en el contestador, lo que no entiendo es cómo puede tener clientes.
Tras un par de semanas llamando, al final me rindo, es imposible hablar con ella. Empiezo de nuevo a recorrer todos los estudios de mi zona, pero nada de lo que me enseñan me gusta.
Ya por el mes de diciembre recibo una llamada, -Hola, te llamo del estudio de tatuajes de Carla-, casi se me cae el teléfono de las manos de la emoción. –Tengo un mensaje tuyo en el contestador, ¿Qué querías?- un mensaje mío, que según mis cuentas, es del mes de septiembre.
-Hola, soy José, te hablo desde Valladolid, y quería hacerme un tatuaje- la contesto.
- Muy bien ¿que te parece sobre el mes de febrero?- otros dos meses, pero que demonios dice.
-No me parece mal-, la contesto, -¿no podría ser antes?- al otro lado del teléfono se hace el silencio unos segundos.
-Tú crees que contesto a los mensajes de final de verano en navidad por gusto- Se ha mosqueado un poco, -Solo tengo un hueco en Febrero, si lo quieres es tuyo, si me dices que no llamo al siguiente-.
-No, no de verdad, dime cuando quieres que vaya y allí estaré-, la digo a toda prisa, antes de que cuelgue –Y dame también la dirección por favor-. Concertamos una cita, con la mala leche que tiene, no estoy yo muy seguro de que lleguemos a un acuerdo, pero ahora que la he localizado, no pienso perder la oportunidad de probar.
Últimamente tengo muchísimo trabajo así que el tiempo pasa muy deprisa. Como me dijo Carlos en la playa no busco nada, solo espero verla y contarla lo que quiero, aunque yo tampoco lo tengo muy claro.
Durante el viaje hasta Madrid, no paro de pensar que es lo que quiero y aun peor no tengo ni idea de en que parte de mi cuerpo lo quiero, así que lo único que consigo es ponerme nervioso.
He quedado con Carla a las doce de la mañana y ya estoy en la puerta de su estudio a las diez. Intento abrir la puerta, pero está cerrada. Llamo al teléfono del estudio, le escucho sonar desde la calle y de nuevo el maldito contestador, solo me faltaba que me hubiera dado plantón.
Me voy al bar de enfrente desde donde veo la puerta, media hora más tarde vuelvo a insistir, nada no hay nadie. Es en ese momento cuando leo el cartel del escaparate    “Si no te abro es porque estoy trabajando ven más tarde o piérdete”, vaya carácter que tiene, ahora estoy seguro de que con mi aspecto y mi forma de ser terminaremos muy mal.
A las doce empunto se abre la puerta, una chica con rastas sale del estudio, yo hago lo mismo del bar de enfrente y me abalanzo sobre ella.
-Carla, ¿Eres Carla?- la digo con la respiración entrecortada por el esfuerzo.
Se gira sobresaltada, -No Carla esta dentro-, la pido disculpas y voy hacia el estudio.
En un local pequeño, con una estantería llena de álbumes de fotos de sus trabajos, con un pequeño mostrador y una mesa de dibujo al lado. La mesa está llena de material para dibujar, carboncillos, lapiceros, pinturas de colores y papeles en blanco. Solo hay un dibujo en el centro de la mesa, llama mi atención nada más verlo, es un samurái con armadura y una gran lanza que cabalga sobre un tigre blanco. Estoy seguro de haber acertado, solo falta que ella acierte conmigo.
Se abren unas cortinas que separan el local de otro cuarto que hay detrás del mostrador. Por ellas sale la mujer de mis sueños. Es tan alta como yo, con una larga melena negra completamente lisa, su mirada es muy intensa, prácticamente me atraviesa con ella, lleva una camiseta de tirantes que deja al descubierto sus brazos tatuados, el escote es generoso al igual que el tamaño de sus pechos, en uno de ellos tiene tatuada una huella de oso.

-Buenas tardes, ¿Qué querías?-, me dice de manera muy seca, pero con una voz dulce y suave.
-Hola, soy José, tenía cita con Carla-, sorprendentemente mi voz suena infantil, carraspeo un poco, -Hace ya tiempo que me llamo ella-.
-Pues a Carla la tienes delante, y la gustaría saber ¿Qué leches quiere de ella un trajeado como tú?-, es mas borde de lo que yo pensaba esto va a ser muy duro, tal vez si la hago la pelota la cosa cambie.
-Te llame porque el verano pasado me dijeron que eras la mejor y me gustaría verlo con mis propios ojos, yo solo dejo que me toquen los mejores-, no sé si será lo que quiere oír, su sonrisa me dice que sí, pero no me puedo fiar aun.
-Muy bien, ¿Tienes alguna idea de lo que quieres?-, me dice con esa ligera sonrisa en la cara, mientras me mira de arriba abajo algo asqueada.
-No sé ni lo que quiero ni donde lo quiero, también me dijeron que me pusiera en tus manos y confió plenamente en ti-, ahora sí que he dado en el clavo, su sonrisa se ensancha, me hace un gesto para que la siga, cruzamos la cortina y me quedo impresionado por la limpieza de la sala.
Parece un quirófano de hospital, todo es blanco los muebles la decoración, tiene una camilla alta y una silla también alta, al lado varios taburetes de distintos tamaños que parecen ser donde ella se sienta para trabajar. Todo el material esta esterilizado y guardado en bolsas al vacio, en una mesilla un montón de botes de tinta de distintos colores perfectamente colocados. Me indica que me siente en el taburete alto y ella hace lo propio en uno de los pequeños frente a mí, coge un cuaderno, lo abre, saca un carboncillo y me dice.
-Cuéntame tu vida, principalmente acontecimientos importantes-, al decir esto comienza a garabatear en el cuaderno.
La verdad que al principio no sabía muy bien que contarla, pero ella no habla, solo mira la página en blanco y de vez en cuando la veo que escribe o dibuja algo. Poco a poco me voy soltando, la cuento cosas muy normales. Me pide que me quite la americana y la camisa para poder ver bien el lienzo sobre el que trabajar.
Al hacerlo se fija en la gran cicatriz que tengo en mitad del pecho, me deja seguir hablando, la cuento la historia de la cicatriz y el terrible accidente de moto que casi me mando al otro barrio hace ya ocho años. Parece que llegados a este punto su interés aumenta. Me agacho un poco y la enseño otra cicatriz, esta atraviesa mi cabeza de lado a lado, aunque con el pelo queda bastante disimulada y no se nota. Quiere más datos, ¿Qué sentí?, ¿Cómo paso?, Si los días que estuve en coma soñaba o sentía algo.
Cuanto más hablo, más rápidamente dibuja su actividad es frenética. Al terminar mi historia no me pregunta nada, da unos últimos retoques al dibujo y lo gira para que lo vea.
Me quedo con la boca abierta, contar mi aventura con la muerte no es fácil y siempre me emociona un poco, pero la visión que tengo delante me llena el corazón. Carla solo dice unas palabras.
-Para un hombre que ha jugado con la muerte y ha vuelto a renacer, que mejor que un Ave Fénix rodeada de las llamas de la vida-, lo dice muy seria y esperando mi respuesta.

No la digo nada, con mirarme y ver la lágrima que cae por mi mejilla lo entiende de inmediato, ya tiene trabajo y cliente.
Esa misma tarde comenzamos, su lienzo mi pecho, parte del tatuaje cubriera la cicatriz que lo cruza; y ya sé que serán al menos dos sesiones, esta primera para el color negro y la siguiente para los colores de las llamas.
A primera hora de la tarde empezamos, aun estando muy concentrada, la conversación es muy fluida, la mujer borde que me pareció se ha convertido en un ángel llena de dulcera y expresividad. No pensé que estaría tan a gusto con ella, y creo que a ella la ha sorprendido que un trajeado, como me llama, sea tan simpático.
Ese día después de cinco horas de trabajo, nos tomamos unas cañas juntos, nos divertimos muchísimo, incluso me ofrece su casa para quedarme a dormir. Pero tengo que volver a Valladolid, a la mañana siguiente el trabajo me espera y no puedo quedarme esa noche. Por el camino me arrepiento, pero hay que tener prioridades y el curro es una de ellas, de todas formas en quince días la volveré a ver, además hemos intercambiado teléfonos para comunicarnos por Whasapp.
Los días que restan para la segunda cita, no dejamos de chatear, todos las noches a la misma hora y ambos desde la cama, hablamos durante horas. Descubro que no solo me gusta físicamente, sino que en ella hay algo que hace mucho que buscaba, una mujer autentica.
El día ha llegado, vamos a ponerle colores al tatoo. En esta ocasión el recibimiento es muy distinto, nada más vernos nos damos dos besos y comenzamos a hablar por los codos. Carla en su estilo más hippie, lleva un corpiño negro, con una minifalda, unas medias de rejilla, los labios pintados de un rojo intenso y la raya del ojo muy marcada, esta impresionante.

Como de costumbre cierra la puerta por dentro para que nadie nos moleste, me hace tumbarme en la camilla y quitarme la parte superior de la ropa. Ella se sienta a mi lado, al ver el tatuaje ya curado, pasa los dedos muy despacio por todo el, tengo que reconocer que la sensación es muy agradable y el contacto de su mano con mi piel muy deseado estos últimos días.
Coloca unos pequeños dedales de plástico al lado, sobre una mesilla y los rellena con los colores de las llamas, naranja, rojo y amarillo. Prepara la máquina de tatuar y tras untar la aguja en uno de los dedales comienza a dibujar sobre mi piel. El dolor es intenso pero la visión de su escote y las fugaces miradas de sus preciosos ojos hacen que la sensación de quemazón disminuya.
No puedo dejar de pensar lo mucho que la deseo y comienzo a fantasear sobre los dos practicando sexo en el lugar donde nos encontramos. Intento controlarme ya que a pesar del dolor, una erección comienza a apretarse contra mis pantalones.
-Parece que esto te gusta más de lo esperado-, me dice Carla con una sonrisa y dándome un pequeño toque con el codo sobre mí ya abultado pantalón.
No la digo nada, sé que mis mejillas están completamente rojas. Por la vergüenza pasamos más de una hora sin hablar. Cuando termina me acerca un espejo para que lo vea, es lo que pensaba, increíble. Lo cubre con una capa fina de vaselina y me lo tapa con un plástico trasparente. Me recuerda los cuidados que necesita y que no le dé el sol en un par de meses. Me pide que espere en la camilla unos minutos y ella sale del cuarto.
Aun abochornado por la situación tensa de antes, intento relajarme tumbado en la camilla, cierro los ojos, pero es imposible, la visión de Carla no se quita de mi mente.
De repente un beso en mis labios me saca de mis pensamientos, es Carla que besa mi boca con dulzura. Levanto los brazos y la rodeo con ellos correspondiendo así a su beso, nuestras lenguas se entrelazan. Se sube a la camilla y se monta a horcajadas sobre mi cuerpo, semi-desnudo, nos abrazamos sin dejar ni un momento de besarnos. Su cuerpo es cálido y sus pechos se aprietan contra el nuevo dibujo de mi pecho, escuece un poco, pero no me quejo, su aroma es intenso. Coloco mis manos por debajo de su cintura, tiene el culo redondo y duro como una piedra, cada vez estoy más excitado y la erección vuelve a apretarse contra mis pantalones.
En cuanto Carla la siente, comienza a frotar su cálida vulva contra ella y su respiración se acelera hasta que se convierte en un jadeo constante. Al estirar aun mas mis brazos y acercarlos a su sexo, descubro con agrado que no tiene ropa interior. Meto ambas manos entre sus piernas, dando un fuerte empujón hago que su cuerpo salte en el aire y su sexo aterrice sobre mi boca. Sin ninguna prisa empiezo a comérselo, mi lengua juega con sus labios mayores, la introduzco un poco para repasar con ella el contorno de los menores. Voy de un lado al otro, parando en el centro y deleitándome con su clítoris, haciéndolo girar, apretándole con la punta de la lengua y sintiendo como se hincha y como cada vez está más mojada.

Apenas puedo oírla, ya que sus muslos quedan a la altura de mis oídos y con el placer aprieta las piernas contra mi cabeza, pero si la siento gemir cada vez más fuerte. Sé que la falta poco e intento intensificar el movimiento de mi lengua. Pero no me deja, se gira sobre mi cuerpo dejando de nuevo su vulva a la altura de mi boca, pero en esta ocasión su boca esta a la altura de mi miembro. Rápidamente suelta el cinturón y me baja los pantalones y el bóxer, me la agarra con fuerza y se la introduce por completo en la boca. El sesenta y nueve es perfecto, además de ser una de las posturas que mas me gustan. Los dos jugamos con el sexo del otro en la boca. A Carla, que ya antes le faltaba muy poco, enseguida la invade un escalofrió todo el cuerpo, seguido de un orgasmo increíble, durante el cual no ha dejado de lamerme. Esto hace que mi estado de excitación aumente.
Se baja de la camilla, se apoya sobre la mesilla ofreciéndome su redondo culo. Mientras me acerco aprovecho para quitarme del todo la ropa, ya que los tengo por las rodillas. Aproximo mi verga a su culo y me froto contra él mientras la quito el corpiño. Cuando ya estamos completamente desnudos la penetro en esa misma postura, desde atrás agarrándome con fuerza a sus pechos, las sacudidas ganan en intensidad al mismo tiempo que sus gemidos y los míos. No tarda en tener otro orgasmo, ahora mucho más intenso que el anterior, un grito de placer sale de lo más profundo de su garganta.


Me pega un empujón y hace que me siente en la banqueta, se sienta sobre mí aun de espaldas. Empieza a jugar conmigo, metiéndosela y sacándosela, unas veces entera otras la puntita. No deja de moverse haciendo círculos. Yo no puedo dejar de mirar su espectacular culo, arriba, abajo, derecha, izquierda.
Pierdo en el equilibrio sobre el pequeño taburete, los dos caemos al suelo, pero no importa. Esta vez por fin cara a cara, Carla cabalga sobre mí, sus movimientos son cada vez mas exagerados, más bruscos; los orgasmos se suceden uno, otro, otro más.

Cuando se detiene está agotada, durante unos segundos nos besamos y permanecemos abrazados, acariciándonos. Al incorporarnos, la llevo contra la camilla de nuevo. La hago echarse boca arriba, con el culo muy cerca del borde, prácticamente colgando.
Me coloco entre sus piernas, las sujeto por los tobillos, abro los brazos, provocando que sus piernas queden abiertas de una manera exagerada. Despacio con mucho cariño la penetro, sin soltarla, en su cara se refleja el placer que siente, ahora soy yo el que baila dentro de ella haciendo círculos con las caderas, quiero que me sienta aun más. Le cierro las piernas, la hago girar y quedarse de lado, todo ello sin salir de su interior. De nuevo los gemidos, siento que está cerca de un nuevo orgasmo, esta vez no será ella sola.
Acelero el ritmo, cada vez más dentro, cada vez más fuerte, mi cuerpo golpea contra el suyo, en el momento de tener su siguiente orgasmo me dejo llevar. Mi leche llena su sexo, mi miembro palpita en su interior con fuerza. Me dejo caer sobre ella y la beso muy suave, permanecemos abrazados un largo rato.

Después de vestirnos y arreglarnos un poco, curamos el tatuaje y colocamos de nuevo el plástico que lo cubre. Salimos del estudio y pasamos el resto de la tarde noche tomando cervezas. Carla me presenta a la gente del barrio, todos son maravillosos y muy enrollados.
Por fin he dormido en su casa, con ella, aceptando la invitación que me ha hecho. Aun no sé que es, pero algo ha cambiado en mí en los últimos quince días, sonrió mas, me siento feliz y contento. Desde el primer día que la vi supe que no solo marcaria mi piel para siempre, sino que me marcaria el interior de la mente y del corazón.

                                                                                              J.M.LOPEZ

20 comentarios:

  1. Fantástico!!!! Enhorabuena

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    1. Es la primera vez que te leo y déjame decirte que me llevaste fácilmente por el relato y que me gustó. Creo que no es fácil este tipo de prosa porque puede pasar a ser pornográfica y degenerarse en descripciones que no hacen a la historia. En cambio aqui, leí lo justo y lo necesario y dejaste que el lector agregue los condimentos que quiere con su imaginación, no hace falta decir todo, sí contar y pintar el escenario.
      Me gustó. En cuanto a la prosa observo algunos errores de acentos principalmente pero te detallo estos que me llamaron la atención porque se repiten y a lo mejor está bien para los de tu nacionalidad (que sinceramente aún desconozco)
      La cierro las piernas
      Sé que la falta poco
      la faltaba muy poco
      ese artículo La no sería " le cierro las piernas"... "sé que le faltaba poco" ... le faltaba muy poco? te lo dejo como pregunta porque a lo mejor es un modismo que en argentina no acostumbramos.
      Me gusta leerte, volveré. Cariños

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    2. Es un modismo con el que tendré mas cuidado a partir de ahora.
      Muchísimas gracias por el comentario y espero que me leas mas.

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  2. Impresionante,cada semana es mejor,hasta el miércoles !!

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  3. José no se qe ha pasado pero ha sido el mejor de todoss enhorabuena un beso necesito más jejejeje

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    1. No ha pasado nada, sólo intentó mejorar para que cada vez os gusten mas.
      Gracias por todo.

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  4. Ah y perdóna soy una fanática de la ortografía en vez de boca has puesto boda jijji

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  5. Creo que es primera vez que leo una historia de este estilo que no cae en la pornografía barata ni tintes ordinarios... Muy, muy buena.

    Saludos!!!

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    1. Muchísimas gracias, me alegro que te gustase.
      Saludos-

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  6. por fin pude leerla ,muy buena y enhorabuena veo que cada dia tienes mas lectores lo cual me alegra ,sigue asi

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    1. Muchas gracias, si por mi fuera tendría mas aun, pero esto va como tiene que ir despacito y con buena letra, nunca mejor dicho.

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  7. Me encantó! Ya tienes una lectora más!

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    1. Me alegro que te gustara y espero que el resto también.
      Gracias por leerme. Besos.

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  8. ¡Con esta planta puedes ser todo lo pijo que quieras porque eso es lo menos importante!
    Ya te lo han dicho todo los demás, así que no me repetiré. Esta entrada la he leído después de las siguientes y, ciertamente, es increíble. (Yo soy más vulgar :-)) Voy a tener que aprender de ti.
    Besos de Pecado.

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    1. No tienes nada que aprender de mi, cada uno tenemos nuestra manera de expresar lo que nos gusta.
      Gracias, Besos de pecado.

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