Como
todos los jueves la pandilla de amigos salíamos de fiesta. La única diferencia
era que ese día las calles estarían llenas de gente de todas las edades y de un
montón de turistas. Las procesiones con sus pasos y miles de cofrades, son una
gran atracción en Valladolid todos los años, además esta vez hacía por fin buen
tiempo, los últimos años la Semana Santa había estado marcada por el frio y la
lluvia.
En
estas fechas los hoteles se llenan, el ambiente es agobiante, no hay forma de
comerse un pincho o tomarse ya que todo está a reventar. Por eso habíamos
quedado en el pueblo donde vivimos, para empezar con unos vinos y unas tapas.