No
hay cosa que menos me guste que los viajes de trabajo, ya hace tiempo que ni
siquiera los hago en avión, aunque es más rápido la espera en los aeropuertos
se me hace muy cuesta arriba y más viajando yo solo, cosa muy habitual por mi
trabajo. En esta ocasión voy a coger un tren que viene desde Sevilla y va hasta
el norte de Francia, me esperan cuatro días de durísimo trabajo.
Llevo
metido en la oficina más de un mes preparando todos los papeles, los catálogos y
todo lo que me tengo que llevar. Cuando la dije a mi secretaria que preparase
el viaje en tren se quedó boquiabierta.
-¿Estás
seguro de que prefieres hacerlo en tren? Son casi dos días en vez de unas
horas, la paliza será tremenda-, me dice preocupada.
-No
te preocupes, no aguanto las salas de embarque y prefiero hacerlo relajado y
tranquilo-, la contesto con una sonrisa
de oreja a oreja.
Ya
hace años que trabajamos juntos y espero que no me la quiten nunca. Tiene
cincuenta y tres años, es muy eficiente, rápida y sobretodo profesional. Los
primeros meses que estuvo conmigo fueron muy duros para los dos, yo nunca había
tenido secretaria y estaba acostumbrado a hacerlo yo todo; no la pasaba trabajo
y se aburría mucho, apenas hablábamos más que para saludarnos y despedirnos a
diario. Un día entro en mi oficina y me dijo que si no la necesitaba o no me
gustaba como ejercía su profesión, que prefería pedir un cambio de puesto.
Empecé a pasarla pequeñas cosas y me gustó tanto la eficiencia que demostraba,
que termine dándola toda la facturación de mis ventas y muchas más cosas. Ahora
no sabría vivir sin ella, “Señora Juana” como yo la llamo cariñosamente.
Pues
lo dicho, mi viaje comienza en la Estación del Norte, en Valladolid destino
Laval Francia, una ciudad de tamaño mediano a la que voy completamente a
ciegas, ya que hace años estuve en ella de turista, pero no conozco el idioma
ni los lugares a donde tengo que vender
el producto que fabricamos en la empresa.
Juana
me ha reservado una litera en el tren donde pienso pasar los próximos dos días,
leyendo y disfrutando de las vista. Después de colocar mis maletas y de ver lo
pequeño que es el habitáculo donde voy a estar, salgo al pasillo, cierro la
puerta y me doy un paseo hasta el vagón restaurante, pido un café y me siento
junto a la ventana con un periódico del día en la mano.
Unos
minutos después, se monta un jaleo impresionante, cuatro mujeres han entrado,
piden sus consumiciones, hablando entre ellas a gritos. El periódico me sirve
de mampara protectora, no quiero ni bajarle para ver quiénes son, estoy seguro
que se notarían mi mal humor por el escándalo que traen. Por su forma de hablar
y el acento que tienen creo que son todas andaluzas, para más señas de Sevilla.
Esto último lo adivino por ciertas palabras que utilizan que son típicas de
allí, yo conozco dichas palabras porque un antiguo compañero de carrera era de la
misma ciudad y me volví loco todo el curso en el que coincidimos, para adivinar
qué demonios decía algunas veces, aunque acabe acostumbrándome.
El
griterío continua un rato, lo justo para que me pueda la curiosidad, bajo un
poco las páginas del periódico. Al hacerlo me doy de frente con sus ojos, los
cuales me hipnotizan de tal manera que soy incapaz de dejar de mirarlos, hasta
que me doy cuenta de que ella también me mira. Rapidamente creo de nuevo mi
lugar de tranquilidad levantando el periódico, pero ahora no puedo borrar de mi
mente su mirada. Sus ojos color verde aceituna, con un brillo especial, las
líneas de maquillaje que los rodean hacen que su mira sea mucho más intensa,
además están enmarcados en una cara preciosa y una larga melena negra que como
dicen en su tierra “Me quitan er
sentio”.
No
me he dado ni cuenta de que he bajado el periódico otra vez, no dejo de
mirarla, me ruborizo al ver que me saluda con un gesto de cabeza, me levanto de
un salto, pago el café y salgo avergonzado del vagón con
destino a mi pequeño cubículo, donde nadie pueda ver lo coloradas que tengo las
mejillas.
Durante
un par de horas no dejo de pensar en ella, su belleza ha hecho que todo mi ser
la desee. El desparpajo en su forma de hablar, de mirarme, la falta de
vergüenza al saludarme, creo que me ha excitado un poco o por lo menos ha
despertado algo dentro de mí.
He
sacado el portátil, avanzando parte del trabajo que tendría que hacer el primer
día de mi llegada a Lavel, así tendré tiempo de hacer algo de turismo. La
ciudad a donde me dirijo tiene algo menos de setenta mil habitantes, está a las
orillas del rio “La Mayenne”. Es un lugar con arquitectura medieval, muy
turístico y tranquilo, por eso voy allí, tenemos muchos clientes en los
restaurantes de la zona. intentare tener un día completo para recorrer sus
calles y disfrutar de las vistas, que hasta ahora solo he podido mirar a través
de la pantalla de mi ordenador y por lo que recuerdo del viaje que hice de
joven es un lugar maravilloso.
Al
mediodía me entra hambre, voy de nuevo al vagón restaurante, me siento en una
mesa y pido al camarero unos entremeses para recuperar fuerzas. Todas las mesas
están ocupadas, aun así solo se escuchan los cubiertos y el ligero traqueteo
del tren. Cuando estoy terminando de comer entra ella, mira a su alrededor para
ver donde se sienta, al no encontrar ninguna mesa vacía viene directa a la mía.
-Buenos
días, ¿No te importa que me siente contigo?, es que no hay donde hacerlo y
tengo hambre-, sin esperar respuesta se acomoda frente a mí.
-Buenos
días, claro que no me importa-, me incorporo un poco a modo de saludo y ella me
da la mano.
-Me
llamo Carla, voy a un curso de trabajo a Reims en el norte de Francia, con tres
compañeras que son un autentico coñazo. ¿Y tú?-, habla a toda velocidad y tiene
un acento que me gusta muchísimo.
-Yo
soy José, voy a Laval, también por trabajo, viajo solo, en un vagón litera-, al
decirla esto me sonríe de manera muy picara.
El
camarero se acerca y Carla pide lo mismo que estaba tomando yo. Termino de
comer en silencio, sin dejar de mirar sus ojos verdes que me tienen rendido por
completo, también mi fijo en su escote. Los tres primeros botones de la blusa
están abiertos y la curva de sus preciosos pechos hace que la desee aun más.
Después
del postre y el café, me levanto de la mesa para dejarla tranquila degustando
su plato. Al hacerlo me mira sorprendida.
-¿Dónde
crees que vas José?, esperaba que me dieras un rato agradable…… de conversación
por supuesto, ahora necesito alguien con quien charlar-, su voz suena casi como
una súplica.
-Está
bien, me quedare un ratito mas contigo-, no me esperaba esto.
Empezamos
a hablar, ella me cuenta que es de Dos Hermanas, Sevilla, como yo había
deducido antes, que está separada y que tiene un hijo, al que en estos viajes
echa muchísimo de menos de igual manera que al resto de su gente. Yo la cuento
que estoy soltero, que nunca he encontrado a la mujer adecuada porque creo ser
demasiado exigente, pero que soy así con todo no solo con las mujeres.
En seguida comenzamos a tontear mientras
hablamos, las miradas se intensifican, Carla pide un helado de fresa y
chocolate de postre, mientras lo come hace girar la cuchara dentro de su boca,
estoy seguro que lo hace adrede para excitarme y lo está consiguiendo. Dejo una
mano colocada sobre el mantel, ella no tarda en rozarla sutilmente al coger la
servilleta. Al ver que yo no la retiro, deja la copa del helado a medias y me
agarra de la mano, seguimos hablando ya en un susurro acariciándonos las manos.
De
repente siento entre mis piernas el roce de su pie desnudo, se ha quitado con
disimulo un zapato y con la planta del pie palpa mi erección hasta conseguir
que los botones del pantalón estén a punto de estallar. Noto cono su
respiración se acelera a la misma velocidad que la mía.
-Acompáñame
al baño José, te necesito ahora mismo-, al decir esto me agarra fuerte de la
mano y tira de mi para que la siga.
No
opongo resistencia, dejo unos billetes sobre la mesa y Carla coge el resto del
helado y se lo lleva al baño. Miro a mí alrededor y al darme cuenta de que
nadie nos observa, me meto en el pequeño cuarto con ella. Nada más hacerlo
nuestros labios se unen en un baile de besos y deseo, ya hacia un rato que no
podía dejar de mirar como jugaban con la cucharilla en la boca, haciendo que mi
deseo de besarla fuera cada vez mayor. Nuestras lenguas se enredan, el sabor a
chocolate y fresa de su boca me encanta, Carla se mete otra cucharada de helado
en la boca y lo comparte conmigo a través de los besos, son deliciosos y
consigue que me excite aun más.
Meto
la mano por debajo de su falda y en cuanto la acerco a su sexo siento como
mueve las caderas para que pueda tocarla con más comodidad. La tela fina del
tanga me deja sentir su calor, su humedad, sus ganas de mí, pero el espacio es
tan pequeño que no creo que sea posible hacer nada, ella está apoyada en el
lavabo y yo tengo las piernas atrapadas por el sanitario detrás de mí, esto me
da una idea. Me siento en la taza, con la tapa bajada por supuesto, beso su
cintura, levanto mas la falda y me encuentro ante un pubis cubierto por un
tanga casi transparente que deja ver que la zona está completamente depilada,
aparto la tela a un lado, comienzo a besar su sexo haciendo que sus gemidos
vayan en aumento, miro hacia arriba y veo como echa la cabeza hacia atrás de
placer.
Me
fijo en que aun tiene el helado en la mano.
-Dame
un poco de tu postre-, la digo, ella me mira sorprendida no sabe ni a que me
refiero.
Se
lo repito otra vez, por fin se da cuenta de lo que quiero, llena la cucharilla
de helado ya casi derretido y me la mete
en la boca, de inmediato empiezo a pasar la lengua fría por su hinchado
clítoris, la primera reacción es de dolor por el contraste, pero cuanto más la
como menos frio siente y mi lengua recupera rápidamente la temperatura
volviendo el calor intenso, haciéndola gozar y gemir como una loca.
Repetimos
la operación varias veces, el contraste frio calor es fantástico en el sexo
oral y lo está disfrutando tanto como yo haciéndoselo. Quiero sentir su
orgasmo, dejo de lado el juego e introduzco dos dedos en su vagina, voy directo
al punto “G” sin dejar de lamer el clítoris y sus labios mayores, Carla se
agarra al lavabo con todas sus fuerzas, un grito apagado de placer sale de lo
más profundo de su garganta al sentir que su cuerpo se contrae unas decimas de
segundo antes de explotar en un orgasmo del que seguro se ha enterado hasta el
maquinista del tren.
Me
pongo de pie y la beso el cuello con ligeros mordiscos, acaricio sobre la tela
sus grandes pechos y siento la dureza de los pezones erguidos como si fueran la
cima de dos volcanes en erupción. Aprieto mi erección contra su sexo, ella se
apresura a bajarme la cremallera mete la mano dentro y palpa el miembro con
ganas de sacarlo y hacer con él lo que la apetezca. Lo libera de su oscuro
cautiverio, levantando las piernas lo aproxima
a la entrada de su vulva que aun palpita y lo deja en las puertas.
Lo
estoy deseando, se la meto entera de un solo empujón, me quedo quieto en lo más
profundo de su ser, la dejo ahí dentro sin moverme unos segundos. Ella
aprovecha para soltar mas botones de su blusa, dejando al aire los magníficos
pechos.
-Comételos
mientras me lo haces-, me pide de nuevo.
-¿No
sería mejor que fuéramos a mi litera?, Carla-, la digo.
-Ni
se te ocurra decir eso, no vamos a salir de aquí hasta que sienta tu néctar
escurriendo entre mis muslos-, su mirada me dice que va muy en serio.
Agacho
la cabeza y la beso los pechos, los pezones, doy ligeros mordiscos sobre cada
uno de ellos, Carla me agarra de la cabeza y aprieta mi cara con fuerza contra
ellos.
-Muérdelos
con más fuerza, quiero sentir dolor y placer a la vez-, esta increíblemente excitada.
Y
yo también, salgo y entro de su cuerpo dándola placer mientras muerdo con más
fuerza sus pezones, soltando en el momento que siento que su respiración se
entrecorta por el dolor. Ella me ha pedido que me corra dentro y yo no creo que
pueda salir sin hacerlo, jamás había sentido tanto gusto, estoy seguro de que
es la situación, en el baño de un tren, con una desconocida, lo que me da tanto
morbo.
-José
me voy a correr, vamos córrete conmigo-, después de este grito ya estoy seguro que el maquinista sabe lo que pasa en el vagón
restaurante.
Aumento
el ritmo, con empujones cada vez más dentro de su cuerpo.
-No
puedo más, ya Carla, ya-, ahora el que grita soy yo, pero ella me sigue.
-Sí,
dámelo, dámelo todo-, apenas la escucho.
Los
dos tenemos un orgasmo sincronizado, largo e intenso, no quiero salir de ella
nunca y no lo hago, me quedo dentro de su sexo, nos besamos, recuperamos el
aliento con caricias, con abrazos, sin salir de esta maravillosa mujer.
Llega
un momento que las rodillas me tiemblan por el esfuerzo, me dejo caer sobre taza
y me quedo abrazado a su cintura, ella me acaricia el cuero cabelludo
completamente rapado. Cuando los dos recomponemos nuestras ropas y nos aseamos
un poco salimos del baño. No hay mucha gente en el vagón, pero todos nos miran
a hurtadillas. Agachamos la vista y nos vamos hacia el asiento donde Carla esta
con sus compañeras. Entre vagón y vagón paramos a besarnos, antes de llegar a
su asiento nos despedimos e intercambiamos teléfonos.
La
dejo allí sentada y yo continúo hasta mi litera. Cuando estoy solo tumbado en
ella no puedo dejar de pensar en las sensaciones, los olores, los sabores y no
me quito de la cabeza sus ojos, llenos de deseo y lujuria. Me quedo medio
dormido, mejor dicho dormido entero. Al despertar ya es de noche, salgo de mi
cuarto, cojo un par de chocolatinas y un refresco en la maquina del pasillo.
Mientras las como, me desnudo para meterme en la cama. Enciendo el teléfono y
veo varias llamadas pérdidas de mi secretaria, marco el número sabiendo que a estas
horas ya no estará en la oficina. Efectivamente nadie responde, cuando salta el
contestador dejo un mensaje para que al entrar a trabajar mañana no se preocupe
por mí.
Un
mensaje ilumina de nuevo la pantalla del teléfono, es de Carla. En el me dice
que sus compañeras están dormidas, pero que ella con la excitación no lo
consigue. Yo la contesto que me he quedado un rato dormido y que el resto de la
tarde he estado trabajando, lo cual es mentira, me da vergüenza decirla que me
ha dejado hecho polvo.
Seguimos
un rato chateando, el sueño me vence así que me despido de ella y quedamos a la
mañana siguiente para desayunar juntos.
El
sonido de otro mensaje me despierta, no sé ni qué hora es. Me giro y veo sobre
la maleta el móvil iluminado, no tengo ganas de bajar de la litera para leerlo.
Unos segundos más tarde llega otro, no me queda más remedio que ver si pasa
algo. Me tiro de la cama, cojo las gafas y veo que son mensajes de Carla.
No
puedo dormir, has dejado un vacío en mi interior que necesito rellenes lo antes
posible.
Mis
amigas están dormidas y yo solo puedo pensar en ti.
Me
quito las gafas, no puedo creer lo que me está diciendo. Releo los dos mensajes
varias veces, por fin contesto.
Estoy
en el vagón 8, litera 3, ven rápido.
Nada
más darle a la tecla de enviar unos nudillos golpean la puerta. Al abrirla me
encuentro a Carla con cara de felicidad, no es posible que la haya dado tiempo
a venir tan rápido, estoy seguro de que esperaba en la puerta.
-Sabía
que me dirías que sí, tengo ganas de ti y estoy segura que tú las tienes de mí-,
al decirlo entra en el pequeño cuarto y pone el pestillo.
-No
esperaba que me llamaras ahora, como habíamos quedado para desayunar-, aún
estoy sorprendido.
-Si
quieres que desayunemos mañana lo haremos, yo tengo hambre ahora-, no dice nada
más, solo pone su mano en mi entrepierna y sonríe al darse cuenta que ya
empieza mi cuerpo a responder a su
presencia.
Besa
mi cuello y lo mordisquea como yo hice antes con el suyo, su mano sigue firme
en mi pene cada vez más erecto. Yo me saco la camiseta que tengo puesta por la
cabeza, Carla de inmediato pega su cuerpo al mío. Los pechos parecen más grandes
que antes, siento la dureza de sus pezones a través de la tela de su blusa, no
espero ni a soltarlos, directamente los arranco todos. Ella me mira excitada,
la ha gustado mi manera de desnudarla.
Mi
cuerpo queda aprisionado entre la ventana y sus besos, mete la mano dentro de
mi ropa interior apretándome del miembro con todas sus fuerzas, duele y es muy
placentero a la vez, me tiene excitadísimo, levanta un poco la minifalda para
estar más cómoda. Cuando me dispongo a meterla mano, se aparta.
-Aun
no cariño-, me besa de nuevo y se pone en cuclillas.
Me
baja le bóxer hasta las rodillas, besa y lame toda mi zona púbica a excepción
de lo que yo más deseo. Poco a poco se va acercando a ella, la agarra fuerte
con ambas manos pero tampoco, va directa a chupar mis testículos, el placer
inunda todos mis sentidos, enseguida siento como la piel de todo mi cuerpo se
eriza. Se los mete en la boca de uno en uno y juega con ellos con la lengua.
Siento el calor húmedo, como su saliva escurre entre mis muslos. Empieza a masturbarme
demasiado fuerte, demasiado rápido, demasiado bien….
Siento
como palpita el mi miembro entre sus manos, estoy a punto de correrme. Carla se
da cuenta y se la mete en la boca hasta la garganta, ya no puedo más, me dejo
ir, llenandola con mi semen, siento como
lo saborea como se lo traga, pero ella no para.
Sin
soltarse de su presa pasa la lengua por todo mi torso, con la mano que tiene
libre me empuja sobre la diminuta cama, donde caigo sentado. Cuando me suelta
el miembro ya casi ni lo siento, prácticamente ha cortado la circulación
sanguínea en el, se sube sobre mí, nos besamos apasionadamente. Sujeto a Carla
por la cintura y tiro de ella para que se ponga de pies sobre mí, ella lo hace
sin rechistar, parece mentira que no nos demos cuenta de donde estamos el techo
es tan bajo que se golpea contra el cayendo de rodillas sobre mí, los dos nos
echamos a reír a carcajadas, cambio de postura.
Dejo
que se tumbe boca abajo en la litera, me coloco sobre ella dejando que lo poco
que queda de mi erección se encaje entre sus glúteos. Beso y masajeo su cuello
y espalda, ella contonea sus caderas consiguiendo que en pocos minutos sienta
como todo mi cuerpo vuelve a estar en forma. Con mis piernas metidas entre las
suyas hago fuerza hacia afuera haciendo que las abra, mi ya erecto miembro la
penetra con fuerza, está muy lubricada y caliente.
No
tengo piedad y la embisto con fuerza una y mil veces, sus gemidos se convierten
en gritos de placer y sus gritos en un largo orgasmo. No quiero parar no puedo
parar, voy a correrme de nuevo. Carla me pide que aguante un poco más, que casi
esta lista otra vez. Los dos explotamos juntos, incluso me dan medio calambres
en los dedos de los pies al recogerse los tendones de tanto placer.
Nos
colocamos de lado abrazados el uno al otro y no tardamos en caer profundamente
dormidos. Antes del amanecer alguien llama a la puerta, me bajo de la litera,
abro la puerta, es el revisor.
-¿Perdone
las molestias caballero?, estamos buscando a una chica que ha desaparecido de
su vagón anoche y sus amigas están muy preocupadas, ¿No la habrá visto usted?-,
se le nota algo agitado, creo que hace ya un buen rato que la está buscando.
-Si
está buscando a Carla no se preocupe más, ha pasado la noche conmigo-, le digo
muy serio.
-¿Podría
comprobarlo señor?, sus amigas quieren que llamemos a la policía.
En
ese momento Carla salta de la litera y abre la puerta cubierta con la sabana.
-Dígales
a mis amigas que estoy bien, en unos minutos me reuniré con ellas en nuestro
vagón-, dicho esto cierra la puerta de golpe.
Yo
la mira algo intimidado, parece muy enfadada y no sé cómo reaccionar.
-José,
no son mis amigas, solo compañeras de trabajo y por lo que veo algo envidiosas,
lo siento-, se viste rápidamente y recoge todas sus cosas.
No
he tenido tiempo casi ni de despedirme. Cuando voy a desayunar al mismo lugar
donde la conocí ayer, no la veo ni a ella ni a sus compañeras por ninguna
parte. Después del café al pasar por el vagón donde estaban tampoco las
localizo. Ahora el que se preocupa soy yo, vuelvo a mi cuartucho, la mando
varios mensajes al móvil, no responde.
Llaman
a la puerta, es otra vez el revisor.
-Caballero,
su amiga me ha dado esto para usted, perdone las molestias-, me extiende una
carta y se va por el pasillo.
Querido
José, siento lo sucedido esta mañana. He disfrutado de un viaje maravilloso a
tu lado. Sé que el viernes vuelves a España en este mismo tren, yo debería
hacerlo el sábado por la mañana, si te apetece cambiamos los dos el billete y
viajamos juntos y solos el viernes de madrugada y así terminamos lo que juntos
hemos empezado.
Besos
Carla.
P.D. Tendré una sorpresa preparada si te
parece bien la idea.
P.D. Espero que tú también pienses en algo
estos días.
P.D. Solo te daré una pista, llevo una fusta
en la maleta, unas esposas y un pañuelo de seda para que no puedas ver nada.
J.M.LOPEZ
Creo que el viaje debería haber durado todavía más. Queda la vuelta. Y tremenda que es Carla. Perfecta para ti.
ResponderEliminarBesos de Pecado.
Gracias por el comentario. No estaría nada mal que ella fuera real.
EliminarBesos de pecado.
Jijijij.. Esa Carla malula...Qué guena historia!!
ResponderEliminarUn abrazo chiquillo
Sam
Muchísimas gracias. Carla no es mala, al igual que José juega con su sexualidad y eso les gusta a ambos.
EliminarUn beso para ti.
Muy buena esta Carla, no da opciòn, sabe cuando , como y tiene buen gusto.
ResponderEliminarA partir de ahora los viajes en tren los veré como una posible aventura y en mi maleta no faltarán las esposas.
Como siempre me encantò; hasta el miércoles ;)
Hacia mucho que no leía un comentario tuyo y la verdad es que se agradece. Cualquier momento en la vida e bueno para disfrutar, da lo mismo el lugar, lo importante es con quien.
EliminarBesos el miércoles te espero.
Quien pudiera pasar una noche con una mujer así!!! Muaksssssss
ResponderEliminarGracias por el comentario. Sería un sueño cierto.
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