Poder volver a mi talla treinta y ocho, ponerme
esas camisetas ceñidas, que siempre me habían gustado, fue todo un logro. Me
siento bien con mi 95-65-95, no he vuelto a hacer deporte desde que termine en
la facultad. Todo empezó por un pique con una antigua amiga, las dos somos de
la misma estatura y pesamos lo mismo, pero el verano pasado en la piscina al
ver lo fofa que se la habían quedado las carnes, me di cuenta que yo estaba
parecida, así que decidí que eso tenía que cambiar.
Después
de mi divorcio había empezado a salir a andar con unas amigas, sabiendo que no
me serviría para lo que yo necesitaba, pero que por lo menos cuidando la
alimentación y andando a buen ritmo tres días a la semana durante una hora no
cogería ni un kilo mas.
Como
os estaba contando, ya hace tres meses que voy al gimnasio, lo que me ha valido
para perder otra talla y sentirme con fuerzas para comerme el mundo. He
conocido a mucha gente, sobre todo a los típicos plastas que en cuanto nos
ponemos a hacer aerobic, se plantan en las bicicletas estáticas para ver a
través de la cristalera como movemos el culo y las tetas todas las que vamos a esa clase.
He
salido a cenar con un par de esos cachas que toda mujer a deseado alguna vez
en su vida y me he llevado dos tremendas decepciones. Son majos dentro de la
sala de musculación ya que están en su terreno, dominan posturitas frente al
espejo y aparatos sobre los que intentan instruir a toda aquella mujer que les
parece una captura fácil. Pero fuera de su mundo son de lo mas sosos, aburridos e incluso torpes en el momento de
demostrar para que tienen esos cuerpos, en resumen unos ineptos.
La
mejor persona y con la que mas trato tengo es Silvia, nos hemos hecho incluso
buenas amigas, confiamos la una en la otra y nos contamos nuestras cosas sin
ningún tapujo. Cuando hemos llegado a este punto, Silvia me conto que es lesbiana, que había
terminado tan harta de los hombre que un día decidió probar con una mujer y que
jamás había disfrutado tanto. Ella no tiene pareja en la actualidad, se acuesta
con quien la apetece, incluidos algún hombre de vez en cuando, ya que dice que
lo de las mujeres está muy bien pero que echa de menos una buena tranca entre
las piernas de vez en cuando, así de fina es mi amiga. Esto último lo sabe muy
poca gente, por eso digo que nos contamos nuestros secretos más ocultos.
Silvia
también me conto que su primera intención cuando se acerco a mí había sido
montárselo conmigo, pero que cuando vio que tonteaba con uno de los dos
petardos con los que había salido, decidió que solo fuéramos amigas, ya que no
solo la gustaba físicamente sino que también la encantaba como la hacía reír y mi manera de ser.
Todo
esto a mi me había sorprendido muchísimo, yo jamás he estado con otra y aunque ocasiones
no me habían faltado, no era algo que me planteara ni mucho menos, pero Silvia
era muy persuasiva, cuando me cuenta con pelos y señales alguna de sus
experiencias con otra mujer, muchas veces noto como se me moja el tanga y como
mis pezones se endurecen. Pero me da vergüenza y ahora mismo tengo miedo de que
nuestra relación se estropease por mi torpeza de novata o por que algo no la
gustara de mí en la intimidad.
Silvia
lleva tres días hablándome de un tal José, uno chico de unos cuarenta años que
acaba de empezar en el gimnasio, que si es un hombre de lo más normal, que no
tiene nada especial, pero que la pone a
cien sin saber por qué. Yo no le conozco ya que el viene a las horas en las que
yo suelo estar trabajando; esta chica ha conseguido que este deseando ver a un
tío que según ella no tiene nada de nada y
a la vez lo tiene todo. Me muero de ganas por verle un día.
Las
semanas pasan lentamente, mi gran amiga Silvia me sigue contando sus
experiencias sexuales con otras mujeres, posturas, jadeos, como son los
orgasmos de ellas y los suyos, como se besan, se acarician, como se dan placer
mutuamente; solo de pensarlo me excito e incluso he empezado a tocarme
imaginándome como seria con ella.
Mis
sueños se han vuelto húmedos, cálidos, incluso agobiantes. En ellos solo me veo
con Silvia, los hombres han desaparecido, siento sus manos, labios y lengua
sobre mi piel, eso me estremece. Al despertar cada mañana lo recuerdo todo, en
la ducha cada vez que paso las manos enjabonadas por mi entrepierna siento como
que es ella la que lo hace. No sé si me estoy obsesionando con Silvia, lo que
sí que es seguro es que se ha convertido en el centro de mis fantasías.
El
otro día al salir de trabajar e ir al gimnasio, la he visto desde el coche sin
que ella pudiera verme a mí. Solo han sido unos cien metros, pero fue
suficiente. Su larga melena oscura cogida en un acola de caballo bamboleándose
de un lado a otro al ritmo de las caderas, las cuales mueve a cada paso
haciendo que sus esbeltas piernas sean aun más hermosas, lleva puestas unas
mallas negras que la hacen el culo perfecto, redondo, duro, se notan los años
de ejercicio y una camiseta de tirantes
amarilla muy ceñida, que con lo morena que esta resalta aun mas dándola un
brillo en la piel muy especial, sus pechos, operados, son perfectos no suele
llevar sujetador y menos con una camiseta tan ajustada, a través de la tela se
marcan sus pezones y eso me vuelve loca; me he imaginado muchas veces
lamiéndoselos mientras ella jadea de placer.
Espero
unos minutos en el coche, no quiero que al entrar se note que la deseo. Voy
directa al vestuario, me pongo mis mallas que no me quedan ni mucho menos como
a ella, una camiseta amplia para que no
se marque los michelines que aun tengo y las zapatillas de deporte.
Al entrar en la sala me llevo un chasco
tremendo, Silvia está hablando con un tío que no conozco y no la quiero
molestar, así que voy a la cinta de
correr para calentar un poco. Pongo una velocidad lenta al principio para
comenzar caminando. Les veo hablar a los dos, reflejados en el espejo que tengo
delante, siento como me estoy poniendo algo celosa y no lo entiendo. Le doy al botón
de la velocidad acelerando el ritmo para poder correr. No puedo dejar de
mirarles a escondidas, cada vez estoy más enfadada, sin motivo alguno. Voy tan
deprisa que siento que se me van a salir las piernas de la cadera, el sudor me
resbala por la frente, cuando llega a la barbilla gotea sobre la cinta que va
ya a toda leche.
Se
me empieza a nublar la vista por el esfuerzo cuando a mi espalda escucho a
Silvia.
-Carla
cariño, ¿Te vas a hacer hoy una maratón tu sola o terminas ya, para así poder presentarte a mi amigo?-, me dice tan
contenta como es ella siempre.
Casi
me caigo de la maquina del demonio por el susto, pego un pequeño traspiés y
consigo saltar para dejar los pies colocados en los laterales inmóviles de la
maquina, si llego a caer del todo con la velocidad que llevaba me habría hecho
una avería importante. Cuando mi respiración se sosiega un poco la contesto.
-Hola
guapa, no pienso hacerme ninguna maratón, solo necesito quemar lo que me hace
falta para poder ponerme ese bikini tan bonito y sexy que me compre el otro día
cuando fuimos juntas de tiendas-, creo que mi voz sonaba un poco borde.
Silvia
me da un pequeño azote en el culo, tiene esa manía cuando estamos juntas y últimamente
eso también me excita muchísimo.
-Ven
ya, ven que te le presento, hace ya tiempo que tenía ganas de que pudiéramos
coincidir los tres-, se acerca a él, le coge del brazo y le trae hasta mí.
Yo
le miro acobardada, no hace falta que me diga su nombre estoy segura de que es
José. Se le ve algo cortado, es mucho más alto que yo medirá cerca de uno
noventa, no tiene cuerpo de gimnasio precisamente, pero se nota que es fuerte,
tiene unos brazos anchos y unas manos curtidas de trabajar. Con algo de
barriguita pero eso no le hace menos atractivo, en la pierna derecha, por la
parte del gemelo, lleva un tatuaje, es la cara de una mujer que en lugar de
cabellos tiene serpientes, se llama Medusa, de la mitología
Griega.
-Este
es José, un amigo, ya te he hablado alguna vez de el-, me dice Silvia con una
sonrisa de oreja a oreja. -Y esta es mi gran amiga Carla, de la cual te habrás
cansado ya de oírme hablar -, le dice a él también con esa sonrisa picara en la
cara.
Nos
damos dos besos, le noto muy tímido tal vez incluso en exceso, un simple
encantado es lo que sale de su boca, al igual que de la mía ya que no se de que
hablar con él.
-Vaya
sosos que sois los dos, venga anda vamos a las maquinas que hoy hay poca gente
y podemos hablar mientras hacemos nuestros ejercicios-, dice Silvia aburrida de
nosotros.
Ya
en las maquinas empezamos a soltarnos un poco, la verdad es que es un chico muy
majo, algo tímido pero simpático, cuando el mira a Silvia yo aprovecho para
observarle y tengo que reconocer que ella tenía razón. Es un tipo muy normal
físicamente, si exceptuamos su altura, pero en su manera de hablar y en la
forma de mirar, con esos espectaculares ojos marrones, hace que no puedas dejar
de atenderle y que me guste estar cerca de él.
Silvia
se pone en la maquina que tenemos delante y José está en la de mi derecha.
Cuando ella empieza a hacer ejercicio mi libido se dispara. Es una de esas
maquinas en las que tienes que hacer fuerza para abrir las piernas y a mi amiga
se la marca todo con esas mallas tan pegadas. José también se ha quedado
callado, cuando le miro me doy cuenta de que los dos miramos lo mismo, me debo
estar haciendo algo guarrona porque eso me excita aun mas. Silvia se da cuenta,
eso si no lo ha provocado ella y nos dice.
-Parece
que os gusta lo que veis, ¿Alguno quiere probarlo?-, se ríe a carcajadas.
-Me
encantaría-, contesto sin estar segura de si lo he dicho en voz alta o solo en
mi cabeza.
José
me mira sorprendido.
-¿Y
a quien no le gustaría?-, me dice él con las mejillas sonrosadas.
Inmediatamente
agacho la cabeza avergonzada, me doy cuenta de que él hace lo mismo a mi lado.
Solo escucho las últimas palabras maliciosas de Silvia.
-Eso
me gustaría a mí verlo, si seriáis capaces de hacérmelo los dos a la vez-, dice
ella en un susurro que solo nosotros escuchamos, seguido de una risa
ensordecedora que se oye desde la calle con toda seguridad.
No
volvemos a hablar en lo que queda de sesión, yo me hago la loca en las demás
maquinas, José hace lo mismo por otro lado, mientras la bicha de Silvia se pone
en todos los aparatos donde su culo se muestra más poderoso y hace incluso algo
de pecho para que veamos sus dos potentes razones para hacernos desearla.
Yo
salgo la primera del gimnasio, ni siquiera me ducho en las instalaciones para
que Silvia no tenga la oportunidad de darme más caña en el vestuario. Monto en
el coche, cuando ya estoy saliendo del aparcamiento, veo que José sale solo
también, el a mi no me ve, así que meto segunda y acelero para largarme de
allí; la situación ha sido increíblemente pasional, pero la timidez de los dos ha
hecho que la mas víbora de todos se salga con la suya y haya conseguido
sacarnos de nuestras casillas.
Nada
más llegar a casa suena el teléfono, es Silvia, hablamos durante un buen rato,
todo el tiempo sobre José, lo simpático que es, lo amable que se ha mostrado y
las dos coincidimos en ese algo especial que emana de todo su cuerpo, aunque
ninguna sabemos a ciencia cierta de que se trata. Solo al final de la conversación
Silvia saca el tema de mi frase en el gimnasio.
-No
sabía yo que te estabas haciendo algo lesbiana, ¿Qué ha sido ese “me
encantaría”, que se te ha escapado esta tarde?-, no la veo pero estoy seguro
que tiene una enorme sonrisa de victoria en la boca.
-No
ha sido nada, un simple error-, la contesto algo fría, aunque por dentro me
arde el cuerpo.
-Vale
cielo, ¿Qué te parece si lo hablamos el fin de semana que viene cenando en mi
casa?-, estoy segura que está disfrutando.
-No
pienso hablar de ello, pero la idea de cenar en tu casa me gusta, siempre y
cuando te portes bien conmigo y me trates como una amiga-, esto último la ha
cortado el rollo seguro.
-De
acuerdo, solo amigas, el sábado a las ocho te espero, un beso ciao guapa-, y
cuelga el teléfono sin dejarme despedirme, creo que esta algo enfadada.
No
volvemos a hablar en toda la semana, ni siquiera coincidimos en el gimnasio,
estoy segura de que mis palabras la han dolido, si ella supiera lo que de
verdad despierta en mi y las ganas cada vez más fuertes que tengo de besarla;
no se pondría así, pero tengo miedo de defraudarla y que por ello nuestra
amistad se estropee.
El
sábado por la mañana suena el teléfono, es Silvia.
-Hola
preciosa, he estado muy liada y no he tenido tiempo de llamarte, esta noche no
vamos a salir de mi casa, así que vente con ropa cómoda, preparada para
tomarnos unas copas y reírnos del mundo, que tengo ganas de pasarlo bien-, me
dice con la voz triste, no me parece ni que esté hablando con ella.
-De
acuerdo, yo también tengo ganas de reírme después de una semana muy dura en el
trabajo-, es lo único que me sale decirla, aunque estaría dispuesta a mucho
más.
Como
Silvia me ha dicho que me ponga cómoda, busco en el armario y decido llevar un
vestido corto con falda de vuelo negro estampado de lunares blancos, con escote
palabra de honor y muy ajustado a la cintura. Como ya hace mucho calor y voy en
coche no llevare medias así que paso las primeras horas de la tarde
depilándome, que falta me hacía.
A
las ocho menos cuarto monto en el coche y en diez minutos me presento en su
casa, con una botella de vino blanco en una mano y una rosa en la otra a modo
de disculpa por lo sucedido el otro día. Llamo al timbre y sin contestarme abre
portal, mientras subo al quinto en el ascensor decido una cosa, que sea lo que
dios quiera, me dejare llevar, disfrutare al máximo de la velada y cuando
digo al máximo es dejando que ella marque nuestro destino, si quiere acostarse
conmigo yo estoy dispuesta pase lo que pase.
La
puerta de su piso esta entreabierta, entro en casa y al cerrarla tras de mí la
escucho que me grita.
-Pasa
cielo, estamos en la cocina-, se oye al fondo del pasillo.
“Estamos”
¿Qué ha querido decir con eso? Lo descubro enseguida. Al entrar en la cocina
veo en la mesa sentado a José, con un cuchillo en la mano cortando embutido
sobre una tabla de madera. Me quedo impactada, esto si que no lo esperaba y por
la cara con que me mira él, creo que tampoco sabía que yo venía a cenar.
-Bienvenida
cariño, ¿Esa rosa es para mí?, muchas gracias, pon el vino en la nevera para
que se enfrié-, me dice Silvia mientras me da dos besos y coloca la rosa en un
pequeño jarrón.-Hola José, no esperaba verte hoy, ¿Cómo va todo?-, le saludo aun sorprendida.
-Buenas
noches Carla, yo tampoco sabía que vendrías, todo bien gracias ¿Y tú?-, me dice
él también.
Ayudo
a Silvia y a José a terminar de preparar la famosa ensalada que hace ella, esta
riquísima y el único secreto es echarla un poco de todo lo que hay en el
frigorífico, aliñarla con el aceite justo y darla un buen toque de vinagre de
Módena, que la da un sabor muy especial. Lo llevamos todo al salón, nos
sentamos en la mesa grande y servimos las copas con un vino tinto que ha traído
José.
Después
de la sorpresa inicial, la conversación se hace muy amena, también el vino
ayuda, un reserva con denominación de origen Ribera del Duero que esta
riquísimo y que consigue que se nos suelte la lengua a los tres enseguida. Como
las copas van muy rápido pronto necesitamos más, así que abrimos la botella de
vino blanco que he traído yo, este es un gran vino también, con denominación de
origen, aunque esta vez Rueda. La mezcla de ambos caldos hace que se me pongan
las mejillas coloradas y que no pueda dejar de hablar. Me lo estoy pasando
genial y tengo que decir que la invitación de Silvia a José, a hecho que la
noche sea perfecta.
Cuando
terminamos de cenar Silvia me dice.
-Carla
échame una mano con el postre que he preparado, solo falta darle el toque
final-, se pone de pie y me da la mano para que la siga.
Al
llegar a la cocina abre la nevera y saca un paquete donde hay envuelta una
tarta.
-¿Para
que me necesitas, para abrir el papel que la envuelve?-, la pregunto
sorprendida.
-No,
te necesito para esto-, me contesta y se abalanza sobre mí besándome en la
boca, como nunca nadie lo había hecho antes.
Yo
no puedo resistirme hace ya mucho tiempo que lo estoy deseando, me siento muy
bien por fin ha llegado el momento de hacerlo. Enseguida me acaricia los pechos
por encima del vestido, yo hago lo mismo con los suyos, creo que quería
tocarlos desde el día en que la conocí. Ella me empuja contra la encimera, sin
dejar de besarme baja la cremallera lateral de mi vestido y deja al descubierto
mis senos, los observa unos segundos y tras sonreír empieza a besármelos,
lamérmelos y mordisquearme suavemente los pezones. Pero mi mente, aun lucida,
piensa de inmediato en José.
-Espera
cielo, recuerda que tenemos un invitado en el salón-, la digo sujetándola por
la cabeza y apartando mi cuerpo de sus labios un segundo.
-Solo
te lo voy a preguntar una vez Carla, ¿Qué te parece si le dejamos que se apunte
a la fiesta?-, me dice y continua con mis pechos.
-Es
una locura, pero a las dos nos justan los hombres y no sería un cambio tan
drástico para mí; me parece bien-, la digo a la vez que alucino con mi
respuesta. - ¿Pero tú crees que el querrá hacerlo?-, la pregunto preocupada por
lo que pueda pasar.
Silvia
me mira a los ojos y cuando va a contestarme la voz de José suena en la puerta
de la cocina.
-¿De
verdad creéis que me lo perdería?- dice el, se acerca raídamente a Carla
agarrándola por detrás y besándola el cuello enseguida.
No
estaba preparada para esto, Carla sigue
con mis pechos, frota su culo contra la entrepierna de José, el aprovecha para
besarme por encima de mi amiga. Nuestras lenguas juegan dentro de la boca del
otro, sus labios carnosos acarician los míos y a la vez muerde mi labio
inferior.
Siento
como Carla mete su cabeza por debajo de mi falda, como tira hacia abajo del
tanga, se me corta la respiración al sentir como recorre mi sexo con la lengua
tan cálida que hace que me empape entera. De repente para sube de nuevo a mi
boca, me besan los dos a la vez, tres lenguas bailando juntas; siento unos
dedos acariciándome el clítoris y José da un respingo cuando Carla con la otra
mano le agarra los testículos y los aprieta con fuerza.
-De
momento pequeño, apártate y disfruta del espectáculo-, dice empujándole a un
lado.
José
sorprendido se aparta, nos observa desde un par de metros de distancia. Mi
amiga se pone otra vez en cuclillas, me come el clítoris con ansia como si lo
necesitase hace mucho, mi corazón y mi respiración se aceleran, en el momento
que introduce un par de dedos en mi húmeda vagina un gemido sale de lo más
profundo de mí ser. Cuando consigo abrir los ojos veo como nos mira José, se
muerde el labio, le noto muy excitado.
Cuando
estoy a punto de decirle que se acerque, Silvia aumenta la presión de su lengua
y la velocidad de sus dedos, no me puedo resistir, me tiemblan las rodillas
durante el orgasmo, sin sacar los dedos de mi cuerpo se pone de pie y me besa
de nuevo, su boca sabe salada y aunque yo había probado ya el sabor de mi
cuerpo, recibirlo de su boca es mucho más sabroso de lo que había imaginado
nunca.
Me
coge de la mano, hace que la siga al pasillo, va en dirección al dormitorio.
-¿Te
vas a quedar en la cocina o vienes con nosotras?-, le dice al pobre José que
esta alucinando.
El
nos sigue por el pasillo, el dormitorio es muy amplio, con una cama enorme, dos
armarios empotrados y un tocador. Según entramos le pide a José que se desnude,
que se siente en la única silla que hay en la habitación, pero que antes la
coloque a los pies de la cama; pero que
aun no nos puede tocar.
Silvia
me quita el vestido y los zapatos de tacón, dejándome completamente desnuda
ante los ojos de nuestro nuevo amigo, ella hace lo mismo con su ropa, tiene un
cuerpo increíble.
-Espero
que hayas aprendido algo, ahora te toca a ti-, dice Silvia, tirándose en la
cama con las piernas abiertas mientras se chupa los dedos y los pasa por su
preciosa vulva.
Me
parece mentira lo que estoy haciendo pero me gusta mucho, comérmela así, poder
degustar su sexo, sentir como se excita, oírla gemir de placer. Solo me detiene
un momento para decirme que vaya más despacio; al final es todo lo contrario
quiere más velocidad y más presión, así que con una mano me sujeta por la
nuca apretando mi cara contra ella justo
antes de empezar a chillar como una loca al tener un orgasmo que a mí me parece
tremendo.
Cuando
saco la cara de entre sus piernas veo que José no ha podido aguantarse y que se
está masturbando.
-Suelta
eso-, le grita Silvia, -ven aquí ahora mismo y déjanos a nosotras-.
José
se acerca a la cama, le cogemos cada una de una mano, tiramos de él para que
caiga sobre ella. Cae boca arriba, las dos nos tiramos directas a comerle el
miembro que en estos momentos tiene un tamaño espectacular. Mientras lo hacemos
el jadea como un loco y nuestros labios se encuentran cada pocos segundos.
-¿Te
apetece follartelo o quieres que lo haga yo primero?- me dice Silvia con un
brillo muy especial en los ojos.
No
espero a que me lo pregunte de nuevo, me subo sobre él, dejo que todo mi peso
caiga de golpe, me penetra hasta el fondo incluso con un toque de dolor. Me
muevo muy despacio arriba y abajo, quiero que lo disfrute tanto como yo. Silvia
nos observa mientras se masturba tumbada sobre la cama junto a nosotros.
-Yo
estoy casi a punto, cuando lo estés tu me avisas- la digo, ella me mira con fuego
en los ojos.
José
extiende un brazo e introduce todos los
dedos en la vagina de Silvia, masturbándola a toda velocidad, estoy tan cachonda
que sin quererlo he ido aumentando el ritmo de mis caderas, me falta muy poco
para terminar otra vez.
-Silvia
ponte sobre su cara de frente a mí-, la digo, ella sonríe, coloca su sexo sobre
la boca de José.
El
comienza a lamerla a toda velocidad, mientras Silvia me besa yo la acaricio los
pechos. Siento como le palpita el miembro a José, esta apunto, me dejo llevar,
la preciosa mujer que tengo delante tensa los músculos y los tres estallamos en
el mejor orgasmo que hemos tenido en la vida. Al dejarse caer sobre su boca Silvia
ha estado a punto de asfixiar a José, yo no soy capaz de bajarme de él. Aun
palpita en mí interior.
Durante
la noche repetimos en varias ocasiones, tantas como para que José eyacule un
par de veces con cada una de nosotros, la última vez compartimos su néctar en
la boca, me sabe a delicatesen.
Cuando
los primeros rayos de sol entran por la ventana de la habitación me despierto.
José esta aun entre las dos, Silvia y yo nos hemos dado la mano en sueño,
entrelazando nuestros dedos y las tenemos colocadas sobre su cuerpo, yo aprieto
con cariño su mano. Al sentirme ella se despierta me mira con una gran sonrisa
en la cara.
-¿Qué
te ha parecido la noche?-, me pregunta susurrando.
-Ha
sido increíble, ¿Cuándo repetimos?-, la contesto también sonriendo.
-Pronto
cariño, pero la próxima vez estaremos solas, no pienso compartirte de nuevo con
nadie hasta poder disfrutar a solas de todo lo que nos espera juntas.
J.M.LOPEZ
rico y lujurioso
ResponderEliminareste post
Muchas gracias, espero que lo disfrutaras
Eliminar¡Tela marinera! ¡Qué bien te sale todo!
ResponderEliminar¡Menudo goce! La realidad supera a la fantasía en este caso.
Besos de Pecado.
Siempre la realidad es mucho mejor que la fantasía.
EliminarBesos de pecado
Sorprendente ,morbosa,divertida y atrevida esta Carla;Jose tremendo con las dos,nunca falla.
ResponderEliminarMuy bueno !!
Enhorabuena!! Pasaste la barrera de las 2000 visitas
Hasta el miércoles.
Besis ;)
Muchísimas gracias, estoy feliz de que te guste. Sólo una cosita no son 2000 visitas, para ser exactos son 20000, pero gracias de todas formas.
EliminarEl miércoles tendrás otro para que lo disfrutes.
Besis
Cierto!! Mi tablet se zampò un cero, lo siento; rectifico:
ResponderEliminarEnhorabuena!!! Pasaste la barrera de los 20000!!!!
Besis, ;)
Cuando empece a escribir me importaba cuanta gente me leería, ahora solo me importa que sean muchos o pocos repitan
EliminarMuy sexy!!! Para cuando un trío con dos chicos????? Muuuuaaakkkcccssss
ResponderEliminarMuchas gracias, el trío con dos chicos esta previsto pero no escrito aún ya se verá para cuando.
EliminarBesos