Ya
hacia casi un año que mi marido había fallecido. En este tiempo de luto, lagrimas y
tristeza absoluta no había salido de casa más que para ir a trabajar y hacer
las compras necesarias para poder sobrevivir en mi soledad. Mis hijos ya
mayorcitos se habían independizado antes del cruel accidente laboral que se
llevo por delante al amor de mi vida.
Por el dolor sufrido durante este tiempo había
perdido un montón de peso, si él pudiera verme estaría orgulloso de mi y sería
feliz con mi nueva e impresionante figura, aunque con mis kilos de mas siempre
me dijo que estaba contento y feliz que así tenia mas donde agarrar, yo en esa
época tenía complejo por ello ya que después del nacimiento de mis dos
criaturas me había dejado un poco y la silueta que se reflejaba a diario en el
espejo no era precisamente la que yo quería para mí.
Mis
amigas siempre me decían que tenía que salir de casa, cambiar mi actitud y
disfrutar de la vida. Aunque Jesús ya no estaba a mi lado yo sabía que algún
día tendría que sacar fuerzas de flaqueza e intentar volver a ser feliz, pero
esto último no creía que pudiera ser posible.
Jesús
y yo nos habíamos conocido muy jóvenes, en el primer año de universidad, el
siempre era atento, sincero, amable, me
había apoyado en todo durante los tres difíciles años de estudio que
compaginaba con mi trabajo de camarera por las noches en un bar de copas del
centro de Valladolid. Cuando termine la carrera me ofrecieron el puesto que
tengo ahora, del cual estoy muy orgullosa, en una gran multinacional con un
buen sueldo, que sumado a sus ingresos como camionero internacional nos
aportaban un buen sustento con el que vivir cómodamente y poder dar a nuestros
hijos una vida agradable, una educación y algún que otro capricho.
Cuando
ocurrió la tragedia yo estaba trabajando, recibir una llamada de la guardia
civil, en la que te dicen que tu marido ha sufrido un accidente de tráfico y
que lo llevan en helicóptero al Hospital no es nada agradable. Después de
colgar salí disparada de la oficina, en pocos minutos me presente en urgencias,
fue allí donde me pude despedir de él, después de que los médicos me dijeran
que no podían hacer nada por su vida. Me trague las lágrimas y el llanto para
que Jesús no se diera cuenta de la situación pero él ya sabía lo que estaba
pasando. Nunca olvidare sus últimas palabras “Amor mío estate tranquila, son
gajes del oficio. Solo te pido una cosa, nunca me olvides, quiero que seas
feliz, que intentes rehacer tu vida lo antes posible, te quiero”, yo le prometí que lo haría pero hasta ahora
no me ha sido posible cumplirlo.
No
soy de esas mujeres que se visten de negro para rendir homenaje a sus muertos,
en mi caso lo he llevado todo este tiempo por dentro, poniéndole buena cara a
la gente fuera de casa, pero llorando desconsolada todas las noches en la
soledad de mi cama, abrazando la almohada como si fuera él e intentando darle
las buenas noches todos los días. Cuando me acuesto, miro la foto de nuestra
boda que tengo colgada al lado de la cama, le cuento como me ha ido el día y le
digo que le quiero, justo antes de que las lagrimas me nublen la vista.
La
semana pasada estuvo en casa Carmen, mi mejor amiga. Ella ha estado junto con Ana,
otra buena compañera, a mi lado durante este año de tristeza y amargura. Entre
las dos han intentado que salga a la calle, que intente cambiar el chip, que
reaccione un poco. En alguna ocasión lo han conseguido, pero solo para dar un paseo
por el parque que hay frente a mi edificio o tomar un café en alguna de las
terrazas que en verano inundan mi calle. No las he dejado hacer mucho más. El
día que Carmen vino a verme estaba convencida de que ellas tenían razón, que tenía
que cambiar ya mi vida pero no pude hacerlo y como siempre me quede dormida
pensando en Jesús.
Pero
esa noche algo cambio, soñé con mi marido. Lo hago muy a menudo, ese día fue
distinto, es como si él estuviera a mi lado de verdad; normalmente cuando se me
aparece en sueños son recuerdos de nuestros años juntos y cosas ya vividas con
el, esta vez era diferente. Yo estaba tumbada en la cama recibiendo sus besos y
caricias, el estaba serio como enfadado, en mi sueño me hacía el amor como
tantas veces lo habíamos hecho antes, pero sus lagrimas mojaban mi pecho, caían
sobre mi cara, yo no comprendía nada. Cuando el sexo termino se tumbo a mi lado
sin dejar de llorar, yo le pregunte qué es lo que le pasaba, su respuesta fue
contundente “Me hiciste una promesa en mi lecho de muerte, no solo no la has
cumplido sino que esto que haces por mí no es forma de vida, si tú no eres
feliz yo no lo seré nunca esté donde esté”.
En
ese momento me desperté de golpe, empapada en sudor, con la ropa interior
quitada y la sensación de que el olor que impregnaba el dormitorio era el de mi
marido. Convencida de que él había estado allí esa noche y de que el era quien
me había hecho el amor, volví a prometerle mirando la foto de nuestra boda que todo iba a cambiar
y que a partir de ese momento intentaría volver a ser la mujer de la que un día
hace ya muchos años el se había enamorado.
El
mismo día llame a Ana por teléfono.
-Hola
guapa, quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por mí durante estos
meses-, dije en cuanto contesto al
teléfono.
-¿Ocurre
algo Carla?, te noto muy distinta-, me dijo ella sorprendida.
-No
tranquila, he estado pensando en lo que me habíais dicho tú y Carmen, ahora sé
que teníais razón, tengo que empezar a cambiar-, digo convencida de mis
palabras.
-Me
parece genial ya era hora, pero no me mientas se que pasa algo-, en su voz noto
preocupación.
-De
verdad que no pasa nada, no hagas planes para mañana, tienes una cita conmigo
para irnos a cenar y después ya se verá-, lo de ya se verá lo sé muy bien,
volveré a casa pronto no quiero empezar mi nueva vida a lo loco, todo tiene que
ser con calma.
-Está
bien, te paso a buscar a las ocho si te parece bien-, dice Ana algo más
tranquila.
-De
acuerdo, pero la cena la pago yo, en cuanto te cuelgue voy a llamar a Carmen
para que salgamos las tres juntas, mañana nos vemos un beso-, cada vez estoy más
convencida de mis palabras.
Después
de hablar con Ana llame de inmediato a Carmen que enseguida demostró su
felicidad por mi decisión y por supuesto acepto la invitación a cenar que la
hice.
El
sábado por la mañana me presente en la peluquería para que me arreglasen el
desastre que tenía en el pelo y me tiñeran de negro para disimular las canas
que en los últimos meses se habían multiplicado al mismo ritmo que mi tristeza.
Cuando terminaron y me vi en el espejo no me reconocía a mí misma. Tengo
cuarenta y siete años, soy madre de un chico de veintiséis y de una chica de
veinticinco, con lo cual aun soy muy joven, pero la mujer que me miraba hasta
ahora en el espejo todas las mañanas pasaba de los sesenta con creces.
Después
de comer y dormir una hora de siesta, empieza la operación cambio de look, algo
complicado ya que en el armario toda mi ropa me está grande después de haber
adelgazado tanto y la que me queda bien tiene tantos años que estoy segura que
con ella puesta parecería que voy a una fiesta de disfraces. Entre tantas cosas
encuentro una traje chaqueta rojo, con pantalón de campana que se vuelve a
llevar ahora, decido que esto es lo que me voy a poner. Me meto en la ducha sin
dejar de pensar si Jesús estaría contento con lo que estoy haciendo y en mi cabeza resuena su voz diciéndome “Me
lo has prometido”.
Un
poco de maquillaje para disimular las arrugas de expresión que me han salido
este año y lista. Bajo al garaje arranco el coche, me miro en el espejo
retrovisor y me digo a mi misma “Vamos Carla tu puedes con esto y con mas”;
salgo convencida del todo y voy a casa de Ana donde ya está también Carmen
esperándome.
Al
entrar en el coche las dos se muestran muy felices, aunque estoy segura de que
tienen sus dudas, no quieren estropearme la noche con preguntas que ahora ya no
vienen a cuento. Aparco muy cerca del restaurante donde vamos a cenar, como aun
es pronto decidimos sentarnos en una terraza cercana, pedimos tres vinos y
charlamos durante casi una hora de manera alegre y divertida, sin que en ningún
momento salga el tema de mi nueva actitud.
Cuando
estamos cenando veo como las dos miran mi vestuario y cuchichean entre si haciendo
gestos.
-¿Qué
demonios le pasa a mi ropa? ¿Por qué no dejáis de mirarme con ese descaro?-,
pregunto algo mosqueada.
-A
ver cómo te digo esto sin que te ofendas-, contesta Ana mientras Carmen
asiente.
-¿Decirme
el que?, Venga suéltalo-, mi tono de voz a subido un poco y el matrimonio de la
mesa de al lado me mira irritado.
-Vale
tu lo has querido, esa ropa de los años noventa ya no se lleva, no te estoy
criticando solo te digo que antes de salir la próxima vez, tendrás que dejarnos
que vayamos de compras contigo-, según lo está diciendo no puede aguantarse la
risa y al terminar estalla en carcajadas.
Yo
empiezo a reírme también.
-Ana
¿Estás segura que es de los años noventa? Yo juraría que ese traje chaqueta lo
llevaba puesto en el bautizo de uno de sus hijos allá por los ochenta-, dice
Carmen riéndose a carcajadas también.
Las
tres no reímos un buen rato, el cachondeo con mi modelito continúo después de
la cena. Mientras tomábamos una copa en un Pub del centro, un chico de unos
cuarenta años, alto, rapado, fuerte y con una mirada penetrante no dejaba de
mirarme, mis amigas que se habían dado cuenta antes que yo, empezaron a decir
que no me miraba a mí, que solo se estaba fijando en las grandes campanas que
el pantalón formaba en su parte más baja.
La
nueva Carla no tenía que ser tímida, decidí mantenerle la mirada en varias
ocasiones, el no se cortaba nada, llego un momento en el que incluso me saludo
levantando un poco la copa que tenía en su mano derecha a la vez que inclinaba
levemente la cabeza. Me consiguió poner nerviosa y todo, saque de mi cabeza la
cobardía que aun tenia y también le salude, la verdad es que físicamente me
gustaba mucho, un año sin sexo con un hombre hacia que algo en mi interior
pidiera a gritos un polvazo, pero aún era pronto para eso.
Necesitaba
ir al baño, el tipo ese no dejaba de
mirarme no me atrevía a ir sola, pedí a Carmen que me acompañara. Como de
costumbre en el servicio de las mujeres había cola, así que nos tocaba esperar.
No conseguía ver al chico de antes, me imaginaba que se habría marchado. La
puerta de aseo de los hombres se abre,
del interior sale él, se queda de nuevo mirándome y sonriéndome.
-Aquí
no hay nadie, lo digo por si quieres entrar, yo vigilo-, me dice sin dejar de
sonreír.
-No,
gracias esperare-, le contesto, aunque la verdad es que me muero de ganas.
-Está
bien, tú sabrás, pero es un buen momento para hacerlo-, dice al pasar a mi lado
acercando su boca a mi oído.
La
sensación que recorre todo mi cuerpo es brutal, la piel se me ha erizado en
todas partes, un escalofrió recorre mi espalda. Antes de que se aleje le sujeto
por el brazo, se gira y me mira sorprendido, yo no sé qué decirle solo puedo
seguir mirándole a los ojos, no quiero decir nada, necesito que el entienda por
si mismo que le deseo y que quiero besarle. En cuanto me quedo mirando sus
labios carnosos se da cuenta de la situación. Me coge de la mano, entramos
juntos en el baño de los chicos mientras las mujeres que tenía delante en la
fila me miran mosqueadas y mi amiga Carmen se queda con la boca abierta.
Él
cierra la puerta por dentro, se lanza sobre mi boca, me besa con locura. Yo le
correspondo, mi cuerpo necesitaba esto aunque mi mente se lo negara. Besa de
maravilla, noto como mis pezones se hinchan bajo el sujetador, tengo una sensación cálida en la entrepierna
incluso algo húmeda. Mete sus manos dentro de la chaqueta que llevo puesta,
acaricia por encima de la blusa mis pechos que reciben sus manos deseosos de
ser estrujados, lo cual no tarda nada en hacer, me besa el cuello y lame el
lóbulo de mi oreja, se me pone la piel de gallina en brazos y piernas.
Por mi parte quiero saber qué es lo que él tiene entre las piernas, bajo las manos que hasta ahora tenía apoyadas en su cintura, paso cada una por un lateral de su cadera, las junto en el dentro de su pubis, sintiendo el bulto que se ha formado en sus pantalones, la aprieto con fuerza entre mis dedos, un gemido sale de su boca.
Por mi parte quiero saber qué es lo que él tiene entre las piernas, bajo las manos que hasta ahora tenía apoyadas en su cintura, paso cada una por un lateral de su cadera, las junto en el dentro de su pubis, sintiendo el bulto que se ha formado en sus pantalones, la aprieto con fuerza entre mis dedos, un gemido sale de su boca.
Él
se lanza con la mano a mi entrepierna, lo deseo, lo necesito; me acaricia por
encima del pantalón, ¡Me excita!, noto como baja la cremallera y como empieza a
introducir los dedos en ella. En ese momento algo en mi cabeza salta como un
resorte, me aparto de él me coloco la ropa rápidamente y salgo corriendo del
baño. Carmen que aun está en la cola me sigue preocupada, al pasar por la mesa
donde esta Ana no digo nada, simplemente cojo mi bolso, continúo mi huida hacia
la puerta del local. Al llegar a la calle intento llenar mis pulmones de aire
respirando muy hondo. No miro hacia atrás en ningún momento, voy en dirección
al coche que esta dos calles más allá.
Al
girar en la última esquina me derrumbo, las lágrimas inundan mis ojos, siento
que me mareo y que voy a caer, cuando me intento apoyar en la pared del
edificio que tengo al lado un fuerte brazo me sujeta por la cintura
impidiéndome que me de de bruces contra el suelo. Es él chico del Pub.
-No
te asustes, no te voy a hacer nada, me has dejado muy preocupado y por eso he
salido corriendo detrás de ti-, dice con voz susurrante.
-Perdóname
por lo del servicio, no era mi intención irme así, pero aun es pronto para
eso-, digo entre sollozos.
-No
sé de que me hablas pero no pasa nada, ahora respira tranquila, tus amigas
venían detrás de mí, no creo que tarden en llegar-, dice ya más sosegado.
-Eres
un chico muy majo, yo necesito más tiempo, me gustaría contártelo todo pero no
ahora, perdóname por favor-, ya empiezo a estar más relajada y siento que las
fuerzas han vuelto a mis piernas.
Él
me suelta dejándome apoyada en un coche aparcado, sus preciosos ojos se
muestran aun preocupados.
-¿Estás
bien de verdad?-, me pregunta.
-Si
ya me encuentro mejor-, le contesto.
Al
principio de la calle se escucha un grito.
-Carla
¿Qué te pasa?-, dice Ana, que se acerca con grandes zancadas, detrás de ella
viene Carmen.
-Antes
de despedirnos solo quiero decirte una cosa, me gustas mucho y me ha encantado
besarte, si algún día cambias de idea me gustaría invitarte a tomar algo, por
cierto mi nombre es José-, dice él mientras en un trozo de papel apunta su
teléfono y me lo mete en el bolsillo de la chaqueta.
-Gracias
por entenderme, no te preocupes algún día te llamare, eres un encanto, yo soy
Carla-, le digo justo en el momento que mis amigas llegan a nuestra altura.
José
se aleja, las tres nos montamos en mi coche, no me dejan conducir por el estado
en que me encuentro. Es Ana quien se pone al volante, yo y Carmen vamos en el
asiento de atrás. En el corto trayecto que hay hasta mi casa las cuento lo que
me ha sucedido, las sensaciones de mi cuerpo, las ganas que tenia de acostarme
con el chico que acabo de conocer. También las digo porque he salido corriendo,
el recuerdo de mi marido, como mi imaginación ha llegado a pensar que el estaba
viendo lo que hacíamos en el servicio y lo amable que ha sido José en todo
momento. Cuando llego a casa mientras me quito el maquillaje a solas pienso en
él, en lo que me han gustado sus besos, sus caricias, en las sensaciones casi
olvidadas de mi cuerpo.
Meto
la mano en el bolso de la chaqueta, saco el papel que José metió dentro y veo
que no solo ha escrito su teléfono:
Ha
sido un placer conocerte esta noche, me gustaría repetir pero no en el servicio
de un bar. Quiero saber más de ti y si puedo ayudarte en lo que me sea posible.
Besos.
Al
leer la nota sonrió, meto el número de teléfono en la agenda de mi móvil y
durante un rato pienso en si le mando un mensaje o le llamo ahora mismo. Al
final decido que no son horas, pero que no tardare mucho en hacerlo, se lo ha
ganado.
Al
terminar de desmaquillarme, me pongo un camisón corto, me meto en la cama, le
doy las buenas noches a la foto de mi boda y no tardo nada en quedarme dormida.
Oigo
un ruido en el salón, me levanto asustada, enciendo la luz de mi dormitorio e
intento afinar el oído todo lo que puedo. Ahí está de nuevo ese extraño sonido,
voy con mucho miedo hasta el lugar de donde viene, el salón esta en penumbra,
cuando estiro el brazo para encender la luz una voz me detiene.
-No
la enciendas amor mío, déjala apagada por favor-, ya no me asusto, sé de quién
es la voz.
Estoy
segura de que es un sueño, o no. La voz de mi marido me pide que me siente en
el sofá a su lado. Yo lo hago, de inmediato siento como me besa en la boca, no
me quiero despertar, le abrazo, yo también le beso, nuestros cuerpos se
convierten en uno solo. Siento el olor del perfume que el siempre utilizaba, la
aspereza de sus manos de tanto sujetar el volante del camión. Me besa el
cuello, da pequeños mordiscos en el lóbulo de mi oreja como hacia siempre, porque
sabía que era uno de mis puntos débiles.
Por
segunda vez esa noche noto como mis pezones se erizan, siento la humedad entre
mis piernas, tengo el deseo de hacer el amor. Me saca el camisón por encima de
la cabeza, agarra con fuerza mis pechos, los dos a la vez juntándolos y
llevándoselos a la boca, su lengua juega con ellos, los lame por completo, roza
mis duros pezones y los muerde también, empiezo a ronronear con cada pequeño
mordisco.
Mi
corazón se acelera al igual que mi respiración, no sé en qué momento lo ha
hecho pero ya está completamente desnudo, noto como baja su lengua por mi
abdomen, como se detiene en mi ombligo haciéndome cosquillas, esta tan pegado a
mí que al hacerlo su miembro erecto roza mi cuerpo haciendo que desee tenerle
dentro de mí. Al llegar su lengua a mi sexo se detiene.
-Te
acuerdas de cuanto me gustaba comerte mi amor-, me dice Jesús.
-No
solo lo recuerdo, ahora mismo necesito que lo hagas de nuevo-, le pido, casi le
suplico.
Con
los dedos pulgares abre mis labios mayores, pega un lametazo desde la base de
mi vagina hasta el clítoris donde se queda la punta de su lengua acariciándolo,
empiezo a gemir como una loca, con cada roce de su lengua siento como se me
acelera el pulso. Al mirar hacia abajo le veo como se lo come, él me mira a los
ojos, yo no puedo resistirme, agarro mis pechos y los masajeo pellizcando a la
vez los pezones que ya están súper sensibles. Continúa lamiendo e introduce un
dedo en mi cuerpo, consiguiendo que esté a punto de tener un orgasmo, logro
reprimirlo como siempre me gusto hacer con Jesús.
Él
se da cuenta y me sonríe, le pido que se siente en el sofá, yo me arrodillo
entre el suelo entre sus piernas, paso las dos manos muy despacio por sus
gemelos mientras con la lengua hago
círculos en sus muslos, desde la rodilla hasta la erección que pide a gritos
una buena mamada. Comienzo besando y lamiendo sus testículos, sin tocarla con
las manos, la empapo con saliva pasando varias veces desde la base hasta la
punta, esta deliciosa, palpitante, deseosa de ser absorbida por mi boca, la
sujeto con una sola mano, empiezo hacer movimientos de arriba abajo, mi marido
jadea de placer, con la otra mano masajeo los testículos aun mojados por la
saliva que he dejado en ellos, está completamente depilado lo que hace que la
experiencia sea muy placentera para los dos.
Meto
el miembro que tanto me gusto siempre en mi boca hasta llenarla por completo,
hago giros con la lengua sobre su glande, siento la excitación de su cuerpo,
como todo mi cuerpo se estremece pensando que unos segundos la tendré metida
donde mas me gusta, mientras se la como le masturbo apretándola con mucha
fuerza, notando cada latido de su corazón en las hinchadas venas que la rodean.
Jesús
me pide que pare, pero yo sigo, siempre he sabido cuando se iba a correr y aun
no es el momento. Cuando creo que ya no puede más me detengo, me siento sobre
él dándole un fortísimo abrazo, besándole en la boca, enredando los rizos de su
pelo entre mis dedos, jugando con ellos, hacía mucho tiempo que no le sentía
tan vivo, tan cálido.
Me
sujeta por los glúteos, sin dejar de besarme se levanta del sofá llevándome en
brazos, salimos del salón y se dirige a nuestro dormitorio. Al cruzar la puerta
apaga la luz que antes me había dejado encendida; desde que duermo sola no bajo
las persianas por las que ahora entran los primeros rayos del sol de la mañana.
Jesús me tumba en la cama con suavidad, se coloca entre mis piernas, me penetra hasta el fondo de una sola envestida brutal. Un grito de placer sale de mi boca, se queda unos segundos en el fondo de mi vagina haciéndome sentir llena por completo, es maravilloso.
Con pequeños movimientos circulares de cadera hace que empiece a gemir de nuevo, sujeta mis piernas y las abre completamente, empezando un baile increíble, a una velocidad que él sabe que me pone a cien. Dentro, fuera, dentro, fuera; buscando el ángulo perfecto para en cada movimiento rozarme el punto G. Le paso las manos por la espalda, noto las pequeñas gotas de sudor que la recorren por el esfuerzo que está realizando, sé que no podrá aguantar mucho, ahora soy yo la que sujeto mis piernas y las abro aun mas, dejando que él se apoye en las sabanas de la cama.
Jesús me tumba en la cama con suavidad, se coloca entre mis piernas, me penetra hasta el fondo de una sola envestida brutal. Un grito de placer sale de mi boca, se queda unos segundos en el fondo de mi vagina haciéndome sentir llena por completo, es maravilloso.
Con pequeños movimientos circulares de cadera hace que empiece a gemir de nuevo, sujeta mis piernas y las abre completamente, empezando un baile increíble, a una velocidad que él sabe que me pone a cien. Dentro, fuera, dentro, fuera; buscando el ángulo perfecto para en cada movimiento rozarme el punto G. Le paso las manos por la espalda, noto las pequeñas gotas de sudor que la recorren por el esfuerzo que está realizando, sé que no podrá aguantar mucho, ahora soy yo la que sujeto mis piernas y las abro aun mas, dejando que él se apoye en las sabanas de la cama.
Las
envestidas de sus caderas se hacen más salvajes, después de haber aguantado el
orgasmo un par de veces estallo como creo que nunca lo había hecho antes,
incluso siento dolor al recogérseme los tendones de los pies, pero el placer es
absoluto, cuando un par de sacudidas después siento en mi interior el palpito
de su miembro y la descarga cálida del semen en lo más profundo de mi ser. Sin
salir se deja caer sobre mi pecho, le abrazo con todas mis fuerzas, respiro
hondo para que mis fosas nasales se impregnen de su aroma mezclado con el olor
a sexo que llena toda la habitación.
-Te
quiero mi amor y siempre te querré-, le digo al oído.
-Yo
también te quiero mi vida, pero ha llegado la hora de marcharme y de que pases
pagina-, me dice mientras me abraza.
-Lo
sé cariño, tenía la sensación de que esta era la última vez que me visitabas en
nuestra cama-, digo con lágrimas en los ojos.
-No
llores, antes o después esto tenía que pasar, tu lo sabías aunque te
resistieras a creerlo-, su voz es tranquilizadora.
-¿Por
qué esta noche precisamente?-, pregunto.
-Hoy
has conocido a alguien que te ha gustado de verdad, por el que has sentido algo
muy especial, por eso es el momento de marcharme, ahora sé que serás feliz y
que no me necesitaras mas a tu lado-, mientras me lo está diciendo veo como su
imagen se difumina sobre mi cuerpo.
-Te
quiero, nunca te olvidare mi amor-, es lo único que me da tiempo a decirle
antes de que desaparezca por completo.
No
se que si en este tipo de sueños habrá algo de realidad o todo será fruto de
nuestro subconsciente, pero esa mañana al despertar la cama estaba
completamente alborotada, yo desnuda sobre ella, con la sensación de haber
estado haciendo el amor toda la noche con el hombre que siempre ame. Al mirar
la foto de mi boda creo ver en ella como mi difunto marido sonríe más que
nunca, yo le sonrió también. Y decido llamar a José, con el que quedo esa misma
mañana para desayunar juntos.
El
día del aniversario del accidente voy por primera vez al cementerio donde Jesús
está enterrado, dejo un ramo de flores sobre el frio mármol de la lapida, le
doy la mano a mi acompañante y digo.
-Cariño,
espero que todo vaya bien allí arriba, se que tenía que haber venido antes pero
no he tenido fuerzas para hacerlo hasta ahora-, digo en voz alta para que mi
compañero pueda oírme.
-Te
quería presentar a José, como tú me habías pedido comienzo una nueva página en
mi vida que me hace muy feliz. Gracias por todo y hasta siempre-.
J.M.LOPEZ
¡Ufff! Cuanto sentimiento fluyendo. Es una historia preciosa, llena de amor y de pasión.
ResponderEliminarHay un tiempo de espera, un tiempo de vacío, pero el que se ha ido, ya no vuelve y el que se queda, ha de seguir viviendo.
Te has superado.
Por cierto, no te olvides de pasar por el blog porque hay algo que guardo para tí... Si lo quieres, claro... Me haría ilusión que lo tomarás pero no hay compromiso.
http://eltactodelpecado.blogspot.com.es/p/en-nuestros-blogs-nos-exigimos.html
Te lo he dejado en todos los sitios que conozco pero...
Besos de Pecado.
Muchas gracias. No te preocupes ya he entrado en tu blog y en cuanto tenga un rato te contesto, es un honor recibir un premio tuyo.
EliminarBesos de pecado.
Sorprendida.
ResponderEliminarUn relato triste y lleno de vida al tiempo.
Me emocioné.
Enhorabuena!!
Hasta el miércoles!!
Besis
Emocionarse es bueno, demuestras sentimientos y sensibilidad. Me alegro mucho que te guste el relato.
EliminarUn beso y hasta el miércoles.
Precioso relato de amor eterno.....Muacks
ResponderEliminarMil gracias, muackkkks.
EliminarUffff. Me ha encantadooo un bbeso te lo mereces
ResponderEliminarFeliz por tu comentario, gracias.
EliminarBesos
Jose me has dejado atrapada con tu relato, excelente!!, un relato sin caer en lo grotezco y chabacano, inteligente y muy sensual, FELICITACIONES Y ESPERO MAS ENTREGAS DE TU ARTE.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, me alegra mucho que te guste el relato y que captaras todo lo que pretendo al escribirlo.
EliminarPúblico casi todas las semanas uno nuevo, con lo que si te quieres entretener tienes otros 21 para que disfrutes.
Besos