miércoles, 4 de marzo de 2015

LA SORPRESA DE ANA ( II parte)

La fusta con una pluma azul atada en la punta, mil ideas pasaban por mi mente pero Ana tenía razón no había  usado nunca estos artilugios  y no sabía cómo hacerlo. Al verla atada con los dos juegos de esposas al cabecero de la cama, empecé a pensar que es lo que ella habría imaginado en realidad, algo duro o muy suave. Su mirada lasciva podía conmigo, no dejaba de apretar y aflojar sus muslos uno contra otro,  a la vez que movía las caderas hacia mí pidiéndome a gritos que la follara. 

De repente una idea clara surgió en mi cabeza, me empecé a desnudar muy despacio frente a ella, dejándola que me comiera con los ojos, sin tocarla en ningún momento. Ana ya estaba excitada al bajar del coche con mi semen aún caliente en la garganta, ahora tenía que mantener esa excitación y muy despacio hacer que aumentara. Abrí uno de los cajones de su cómoda, saque dos grandes fulares uno rojo, el otro negro. Hice una lazada en cada uno de ellos y amarre sus tobillos a los pies de la cama dejando muy abiertas sus piernas, viendo en su pubis el brillo de la lubricación.

Ana estaba atrapada, ya no podía moverse apenas y aun así levantaba las caderas ofreciéndome su sexo para que lo devorase o lo penetrase. No iba a ser tan fácil ni tan rápido, el deseo llenaba mi cuerpo haciendo que mi miembro estuviera duro, golpeando contra mi abdomen, diciéndome con cada palpitación que me la follara ya.



Ana no decía absolutamente nada, solo escuchaba su respiración acelerada y sentía como sus ojos se clavaban un ay otra vez en la verga que deseaba. Volví al cajón de los fulares, saque otro de colores brillantes y destellos de plata, me senté en la cama a su lado y la dije al oído:

-No me mires así mi amor, me voy a tomar mi tiempo para hacerte gozar-, y dicho esto la vende los ojos para que esa mirada felina desapareciera bajo la seda del fular.

Me levante de la cama y di vueltas observándola durante unos segundo, Ana giraba la cabeza al escuchar mis paso, abría la boca deseosa de recibir algún tipo de contacto, pero no decía nada aun, simplemente estaba a la expectativa a ver que juguete elegía yo primero. Tenía que sorprenderla, me fui a la cocina, llene una cubitera de hilo y volví rápidamente al dormitorio. Me senté junto a Ana, metí un cubito en mi boca haciendo que se me enfriara mucho la lengua, lo saque y empecé a besarla en los labios.

El primer contacto la resulto extraño, no se lo esperaba, los besos eran tan apasionados que rápidamente el frescor del hielo desapareció y entonces deje de besarla. Me puse otro cubito entre los dientes, acerque la boca a su cuello presionándolo contra su piel, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, su piel se erizo y los pezones saltaron como escarpias en dirección al techo.

Mi boca, con el frío y cristalino objeto entre los dientes, comenzó un paseo por todo su cuerpo, pasando por la clavícula izquierda de Ana, el pezón del mismo lado, haciendo círculos en su abdomen viendo como las gotitas de agua llenaban su ombligo; muy despacio me aproxime a su vagina que desprendía calor y efluvios de lujuria, pero me aparte de ella dejando que una gota cayera sobre el hinchado clítoris. Continúe bajando pon la parte externa del muslo izquierdo, hice un giro al llegar al tobillo y empecé la cuesta arriba por la cara interna de la pierna.

Al llegar al sexo de Ana no pude reprimirme, escupí el hielo a un lado y la di unos cuantos lametones con la lengua aun fría, hasta que toda la boca se me calentó por completo su pubis se elevó pidiendo más pero aun no era el momento. Cogí un cubito nuevo, lo coloque otra vez entre mis dientes y empecé a bajar por la cara interna de la otra pierna, volví a girar en el tobillo y de nuevo hacia arriba por el muslo derecho. Al llegar a su sexo abrí los labios mayores con dos dedos y deje que varias gotas heladas escurrieran entre ellos para a continuación besándolo y pasar mi lengua ya cálida por el y otra vez las gotas.


Con cada lametazo Ana gemía, con las gotas frías solo la faltaba chillar al estremecerse. Volví a llenar su ombligo de agua y dirigí mi mirada a sus pezones duros , enormes como volcanes apunto de entra en erupción, rígidos como la estaca que yo tenía entre mis piernas, en la que sentía cada latido de mi corazón como si quisiera reventarla al llenarla de sangre. 

De nuevo una idea recorrió mi mente y sonreí al imaginarme las reacciones del cuerpo de Ana. Al llegar a su pecho saque el hielo de mi boca, dejándolo esta vez entre mis dedos, espere unos segundos a que la lengua cogiera temperatura y empecé a lamer sus pezones de uno en uno dándoles calor.

-Sí, Si comételos mi amor, muérdelos-, decía Ana mientras jugaba con ellos en mi boca.

Y claro que los mordí, con suavidad haciéndoles cosquillas con la punta de la lengua a la vez. Hasta que vi lo caliente que estaba y comencé un nuevo juego. Mientras mordía y lamia el pezón derecho, por el otro pasaba el hielo que aún tenía en la mano; mientras mordía y lamia el izquierdo hacia la misma operación con el derecho. Esto a Ana la volvía loca, se movía histérica en la cama al sentir el frío después del calor intenso de mi boca. Sus pezones cada vez más duros y sensibles recibían agradecidos cada caricia de mi lengua.

-Follame ya, venga hazlo, lo necesito-, me grito Ana varias veces.


Pero el juego no había hecho más que empezar y cada vez me gustaba más y más. Me deshice del hielo y no besamos apasionadamente, ya no tocaba morder, ahora la pellizcaba ambos pezones a la vez, retorciéndolos entre mis dedos pulgar e índice. Ana se vengó por no follarmela con un gran mordisco en mi labio inferior, que me hizo incluso un poco de sangre; en cuanto tuvo oportunidad mordió también la punta de mi lengua que tanto placer la estaba dando para terminar lamiéndola entre sus labios como si de mí polla se tratase.

Dejo que mi mano se deslice por la suave piel de mi compañera de juego, al llegar a su abdomen me doy cuenta de que el frío líquido que en él había depositado ya está caliente. Al llegar a su sexo introduzco dos dedos lo más profundamente que puedo y la masturbo con rabia, los dedos se me llenan de sus jugos y de repente un grito sale de lo más profundo de su ser:

-Sí, sí, sigue, sigue no se te ocurra parar ummm-, dice mordiéndose el labio inferior.

Al llegar el orgasmo su cuerpo se dobla de tal manera que solo las manos, los pies y la cabeza quedan en contacto con la cama; nunca la había visto así creo que de momento voy muy bien. Sin sacar los dedos de su interior, dejo que poco a poco su respiración vuelva a ser algo más tranquila, aunque ya a estas alturas es complicado. Muy despacio voy sacándolos  de su cuerpo.

-No José, quiero más, otro por lo menos-, me dice aun jadeante.

-Espera aun me quedan trucos que hacer-, la digo sonriendo, de su boca sale un suspiro, está atada y a mi merced.

Me levanto de la cama, retiro la cubitera a un lado, cojo la fusta con la pluma, desató el lazo que las une, agarro la fusta con la mano derecha y la larga pluma azul con la izquierda. Sopeso durante unos segundos con cuál de los dos objetos jugar, decidiendo que será un entretenimiento mixto. Con los dos a la vez habrá dolor en su justa medida y placer desbordante.
                           
                                                                                                          J.M. LOPEZ




4 comentarios:

  1. ¡Madre mía! Me he tenido que leer lo anterior porque no lo recordaba pero ya, viniendo como se viene y llegando como podemos... Ufff... Esto va en aumento y cada detalle, cada mirada, cada respiración, cada gesto...
    José, ni vivido...
    Besos de Pecado.

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    1. Lo has captado Ummm.
      Me alegra que te guste, seguro que la tercera y última parte hace que ardas en tu interior.
      Besos

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  2. muy bueno, me encantó tanto el primero como el segundo, ya vi por tu respuesta que tendremos una tercera entrega, me alegro la leeré con mucho gusto, gracias por compartir, muacks

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    1. Gracias a ti Carolina, ahora me toca leer algo tuyo.
      Besos

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