Hoy estamos de aniversario, ya hace seis meses que salimos
juntos, por llamarlo de alguna manera, ya que a lo único que nos hemos dedicado
durante todo este tiempo ha sido a follar. Ya sé que suena muy duro y frio pero
ha sido así desde el primer día que nos conocimos, quedamos todos los fines de
semana, tomamos una copa juntos y nos vamos directos a tu casa o a la mía para
pasar toda la noche en la cama; ¡sí!, es lo que decidimos desde el principio de
mutuo acuerdo, pero hace unas semanas la situación ha cambiado, no digo que el
sexo no esté bien, al contrario sigue siendo el mejor que he tenido en mi vida,
pero noto ciertos sentimientos en mí que no había antes y por lo que me
cuentas, a ti te está pasando lo mismo, ambos queremos más.
Por eso esta noche aparte de celebrar con una cena el
aniversario y teniendo muy claro que vamos a terminar en la cama juntos como
siempre, he decidido que te voy a plantear lo que para mí va a ser un gran
reto; así que me preparo para ir a buscarte.
Una ducha después del afeitado y rematar la depilación de
mis partes más íntimas, se que te gusta mucho. Me visto con un traje gris
marengo que estreno hoy, solo para ti, incluso me he puesto una corbata que me
regalaste en mi cumpleaños y eso que las odio pero sé que el detalle te va a
gustar. Los zapatos negros brillan como si fueran nuevos, el reloj más caro que
tengo en mi muñeca, creo que ya está todo listo, me voy a tu casa directo.
Cuando llego a tu puerta ya me estas esperando, siempre tan
puntual, te has puesto un vestido corto de lentejuelas rojas y corte asimétrico, ya que solo deja a la vista
uno de tus hombros, el collar es muy ancho, va ceñido al cuello, más bien es
una gargantilla de cristales rojos a juego con el brillante vestido, con los pendientes y zapatos, un auténtico
rubí andante eres, estas preciosa, me va a costar más de lo que esperaba pero
ya lo tengo decidido y tiene que ser hoy.
Me bajo del coche para darte un beso, abrirte la puerta, siempre he sido un
caballero, -estas espectacular- te digo, y me respondes –tu tampoco estas nada
mal, es un detalle lo de la corbata, gracias-.
Montas en el coche, tras cerrar la puerta tras de ti y dar toda la vuelta yo hago lo mismo, nada
más arrancar te digo –hoy quiero hablar contigo muy en serio, no es nada raro
no te preocupes- me dices –déjalo para después de la cena, yo también quiero
hablar contigo-. ¡Vaya hombre!, Te digo que estés tranquila y ahora el que no
lo está soy yo, te miro y te sonrió; en el siguiente semáforo te doy la mano y
me acerco a tus labios en los que dejo un pequeño beso. Tú carmín, también rojo
intenso, sabe a fresas, siempre me ha gustado besar a una mujer con los labios
recién pintados, el regusto que queda en
mi boca suele ser el comienzo de la excitación.
Al ponerse en verde te suelto, coloco la mano sobre la palanca de cambios,
enseguida pones encima la tuya, vas acariciándome lo que resta de camino, es un
gesto muy simple pero a mí me ha tranquilizado bastante, después de tu
misteriosa respuesta de antes había empezado a preocuparme un poco.
Es un día especial, así que he tirado la casa por la ventana
y tenemos reserva en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, hace unos
meses recibió uno de los galardones más importantes que se conceden anualmente
en nuestro país, es muy prestigioso porque se lo dan los chefs de toda España
entre ellos, reconociendo el prestigio, la innovación y la calidad de la carta;
con lo cual me ha costado muchísimo hacer la reserva, teniendo que mover
algunos hilos, uno de mis mejores
amigos, que precisamente es profesor en un escuela de alta cocina, me lo ha
conseguido casi en el último momento.
Al llegar me doy cuenta de que ha merecido la pena, el
restaurante es amplísimo, con muchísimas mesas, pero a una distancia adecuada
para dar cierta intimidad a los comensales. Tiene una decoración impresionante,
con lámparas doradas por todo el techo de color dorado y con cientos de
cristales colgando de cada una de ellas, todo está pintado de blanco, a
excepción del mobiliario que es de un color gris metálico que brilla con los
destellos de las lámparas; el servicio viste todo de igual manera tanto ellos
como ellas llevan un traje negro y de su antebrazo cuelga una servilleta, que
utilizan para ayudarse a servir, del mismo color que el mobiliario.
A sido entrar y los dos nos quedamos con la boca abierta, se
nos acerca el metre, un señor de unos cincuenta años que nos acompaña a la mesa
que teníamos reservada, en ella han colocado un centro floral tan perfecto que
yo diría que los adornos son de plástico, sé que en un lugar con tanta clase es
imposible pero da esa sensación, los cubiertos plateados con un pequeño baño de
oro en el borde están perfectamente, cada uno en su lugar, al igual que la
vajilla, las copas y las servilletas, es como si para hacerlo utilizaran
escuadra y cartabón.
Se acerca de nuevo el
metre y nos sirve a los dos una copa de champan mientras nos felicita por
nuestra celebración, eso ha sido cosa de mi amigo el profesor de cocina; se lo
agradecemos y brindamos por otras seis meses como mínimo de felicidad. Momento
que aprovecho para decirte –Cariño quería comentarte una cosa sobre nosotros si
no te importa-, levantando la mano de inmediato colocas el dedo índice en mis
labios y me dices – déjalo para más tarde, ya te he dicho que yo también quiero
comentarte una cosa-; no sé de qué quieres hablarme pero se me debe notar la
preocupación ya que enseguida me dices riéndote –no te preocupes, no pienso dejarte “aun”- .
Siguiendo los sabios consejos de nuestro camarero, un chaval
de no más de veinticinco años, moreno, con un físico que impone y unos modales
muy finos, “creo que es gay”, aunque por cómo te mira el escote no puedo estar
muy seguro, pedimos el menú degustación, que además viene acompañado de una
carta de vinos también degustación; nos parece lo más acertado, en unos segundos nos sirven la primera copa de
vino, un blanco de la tierra que nos ha encantado siempre, brindamos de nuevo
–por nosotros- decimos los dos a la vez.
El menú consta de seis platos, de esos grandes con poca
comida en el centro, que tanto se llevan ahora en sitios como este, cada uno de
ellos es más delicioso si cabe que el anterior; todos viene marinados con un
vino diferente, blancos, rosados, tintos, incluso una copa de cava con el
cuarto, cosa rara por aquí donde lo utilizamos solo para brindar al final de
las celebraciones.
La conversación es muy amena, no solemos hablar tanto,
durante un largo rato me siento como si fuéramos una pareja convencional, cena,
charla, espero que después demos un paseo, momento que quisiera aprovechar para
decirte lo que aun no me has dejado.
Cuando llegamos al postre creo que no me entra ya mas, son
porciones pequeñas de varias tartas y pastelitos para que podamos probarlo
todo; más ligeros de lo que en un
principio parecía, comemos todo lo que traía la bandeja de plata; el metre
aprovecha para acercarse a preguntar
-¿Qué les ha parecido?- nos miramos y decimos casi a la vez –ha estado todo
increíble-. Le pido la cuenta, mientras la traen nos damos las manos y un beso,
-Feliz aniversario- te digo, tu
respuesta –felicidades amor, habrá muchos más como este-.
Después de pagar la cuenta y despedirnos de los amables
camareros, salimos del local y nos dirigimos a un parque muy cercano, que siempre está iluminado por la noche;
damos un paseo como yo quería, continuamos con la divertida conversación, hasta
que te paras en seco, me abrazas, me besas con pasión y me dices –te quiero-;
es la primera vez que me lo dices y me ha pillado por sorpresa, solo puedo
balbucear – yo a ti también amor-, seguimos besándonos durante unos minutos,
para mí son como segundos, contigo se me pasa el tiempo volando.
Ya terminando el paseo, nos detenemos al final del parque,
cerca del coche, te digo –Carla en serio, necesito decirte una cosa-, abrazándote
a mí con fuerza me dices al oído –espera
un poco más, aun no he terminado de cenar-, tu sonrisa picara me dice lo que
quieres, así que tomo una decisión rápida, hoy será la última noche de sexo
salvaje que tendremos, después te contare lo que quiero y tu decidirás. Nos
fundimos en otro tremendo beso, la sangre se me empieza a agolpar en la
entrepierna.
Vamos a toda prisa hacia el coche, arranco, meto primera,
segunda, tercera; nos besamos en todos los semáforos, tu aprovechas para
acariciar mi sexo mientras conduzco, incluso intentas sacarlo de los
pantalones, pero yo te detengo; esto ya lo hemos hecho antes, en horas más intempestivas y al abrigo de la
oscuridad en carretera. Ahora estamos en la ciudad, iluminados por cientos de
farolas, el tráfico a nuestro alrededor
aun es intenso, me da corte, te acercas a mi oído y me dices –o me dejas
comerte ahora o no lo hare en el resto de la velada-.
Te miro sorprendido, siempre has sido muy ardiente y te han
gustado mucho los juegos, pero esto, estas muy excitada, lo cual me encanta y
me asusta, nunca te había visto así, asiento y de inmediato te tiras de cabeza
a mi entrepierna. No sé si voy a ser capaz, hay demasiados coches y tengo la
sensación de que todo el mundo nos mira; acelero en los semáforos en ámbar para
que nadie se pare a nuestro lado, ¡joder, que bien lo haces!, como no voy a
poder, eres increible; ¡mierda, semáforo
en rojo!, tengo que parar por narices, otro coche lo hace a nuestro lado
-¡Carla por favor, que hay más gente!, paras el tiempo justo para decirme –¡mejor
para ellos, que lo disfruten!- y te la metes en la boca de nuevo.
Al llegar a tu casa te detienes, un suspiro sale mis labios,
no sé si de alivio o de gusto, eres tu quien la vuelve meter en su sitio con
delicadeza, dices –no me digas que no te ha gustado-, me quito el cinturón de
seguridad y me abalanzo sobre ti, abato el asiento donde estas y de un salto me
coloco encima, aprieto mi erección contra tu pubis, un pequeño gemido sale de
tu interior. Ni siquiera te beso, me dejo caer a tus pies, te subo un poco la
falda, intentas detenerme –José, no, aquí no, es mi casa, pueden vernos- te
sonrió y te digo – ¡pues que lo disfruten!-.
Dejas escapar un pequeño gruñido en señal de protesta, de
inmediato se convierte en un nuevo gemido, al apartar tus braguitas y rozarte
con la punta de la lengua, dejo que tus jadeos se intensifiquen, te conozco
demasiado bien y se cuando estas a punto, en ese momento paró en seco –no por
favor sigue, sigue- me dices, sonrió de nuevo, te miro a los ojos, miro por la
ventanilla y te digo – ¡cariño pueden vernos!-.
Los dos estallamos en carcajadas, ayudo a colocar tu ropa y
salimos del coche sin dejar de reírnos, entramos en tu casa, como de costumbre
vas directa al baño, aprovecho el momento para quitarme la americana, ¡por fin!
la corbata fuera, los zapatos y los calcetines, es muy placentero ir descalzo
por tu alfombra de lana, voy a la cocina abro una botella de vino y preparo un
par de copas que llevo al salón.
Estas tardando más de lo habitual, enciendo el equipo de
música y hoy me da tiempo a elegir incluso un disco, algo de “soul” nos vendrá
bien, -¿Carla va todo bien?- me contestas desde el baño –si, un momento por
favor, ¿ves las velas sobre la mesa y el mueble?, enciéndelas todas-.
Cuando los primeros compases de la segunda canción empiezan
a sonar por los altavoces, apareces en la sala, apagas la lámpara, llevas
puesta un batín corto de raso negro, has retocado tu maquillaje, normalmente
este rato lo aprovechas para quitártelo,
te has puesto unos zapatos de tacón aun mas altos también negros, la fina línea de la costuras en tus nuevas
medias, estiliza y define toda la longitud de tus preciosas piernas. Te miro
sorprendido, anclado a los elásticos de las medias llevas un liguero de encaje
negro, me dices –siéntate- cosa que hago dejandome caer en el sofá.
Te acercas, colocas tus piernas entre las mias y agarrando
el cinturón que ciñe y sujeta el batín a tu cintura me dices -¿no piensas abrir
tu regalo?, lo agarro, tiro de él; la tela resbala muy suavemente, se abre, dejando
al descubierto tu piel blanca, toda la lencería es nueva, de encaje, el
sujetador de media copa deja al descubierto parte de la areola de tus preciosos
pechos, el tanga es diminuto, tapa lo justo, en el ombligo tienes un pirsin
también nuevo, dorado y con pequeños cristales en forma de diamantes, el
liguero estiliza aun mas tu figura, nunca te vi uno puesto y me estoy excitando
de nuevo con el conjunto.
Intento acariciarte, me detienes, me dices –espera, esto no es todo-, te acercas
al equipo de música, escoges otro disco, subes el volumen un poco y al empezar
la canción tu cuerpo comienza un exquisito y sugerente baile. Primero te quitas
el batín, dejándolo caer por tus hombros lentamente, continúas bailando, haces
que me levante para besarme mientras me quitas la camisa, besas mi pecho, te
apartas de mí y continúas bailando.
De espaldas, te inclinas un poco, el tanga define a la
perfección el contorno de tus caderas, con las que me das un pequeño toque, haciendo que caiga sentado
otra vez, en esa posición puedo ver
parte de tu sexo, estoy muy cachondo, intento levantarme, te giras y me paras
de nuevo.
Ahora te inclinas
sobre mí para soltar los botones de mis pantalones, al agacharte, tus pechos
parece que quieren ser liberados, tiras de las perneras, me quitas los pantalones; pones
tu culo sobre mí, continuas rozándome con él al ritmo de la música, te pones de
rodillas frente a mí, a través del slip la das un pequeño mordisco, creo que
voy a estallar.
Me quitas la ropa interior, por fin me besas en la boca, un
beso muy corto en el que nuestras lenguas se han enredado con pasión; me
indicas que me levante, que coja las copas de vino, haces lo mismo y con el dedo me dices que te siga. Voy como un perrito
siguiendo a su ama, entramos en tu cuarto, has encendido también un montón de
velas, en esta ocasión todas rojas, tienen un aroma dulzón a flores recién
cortadas. Coges tu copa y brindas conmigo –por una gran noche de amor, pasión y
caricias-, eso también es distinto, creo que nunca hemos hecho el amor, todo
había sido sexo a lo bestia, hasta ahora.
Aun en pie no besamos, suavemente, con delicadas caricias
permanecemos abrazados, mi cuerpo completamente desnudo reacciona a cada
movimiento de tu piel. Aprovecho para
soltar el sujetador y lo lanzo a un lado
de la cama. Te arrodillas de nuevo ante mí, al hacerlo tus pechos rozan mi
miembro erecto, son duros y suaves, me besas alrededor sin tocarlo, solo
pequeñas caricias de tus dedos para apartarlo del recorrido de tu boca.
La sensación es muy agradable, necesito mas, con ambas manos
sujeto tu cabeza e intento acercarla a tu boca, me apartas y me dices
–tranquilo, déjame a mi-, obedezco colocando las manos sobre tus hombros.
Poco a poco comienzas a besar mi sexo, tus labios succionan cada
centímetro de él, no puedo pensar con la cabeza, soy todo tuyo, estoy a merced
de la mujer que amo.
Rodeas la punta con toda tu boca al comenzar a tragártela en
un solo movimiento, muy lento, mirándome a los ojos, hasta el fondo; la sacas
de nuevo y repites una y otra vez, -no puedo más, ¡para!-, no lo haces, es una
tortura de placer.
Consigo reaccionar y
te aparto de mí. Te incorporo y te beso mientras, te agarro con fuerza de las nalgas apretando
tu cuerpo contra el mío. Te alzo en el aire y me abrazas por la cintura con tus
largas piernas. Con cuidado dejo nuestros cuerpos caer sobre las sabanas, sin
que el lazo que forman se suelte, permanecemos así largo rato hasta que mi
deseo de penetrarte se amaina.
Tienes la braguita aun puesta, deslizo mi mano en su
interior, es cálido, húmedo, suave, contorneas tu cuerpo para ofrecérmelo, que
mis dedos puedan jugar ahí dentro. Con un simple roce dejas escapar un gemido,
estas muy excitada.
Beso y mordisqueo tu cuello, la respiración se te acelera,
tu piel se eriza, tus labios buscan los míos desesperados, te lo permito, para
que los saborees por última vez, de momento. Vuelvo al cuello, a tu pecho, a
tus pezones; un pequeño mordisco los deja como piedras.
Más abajo juego con tu ombligo, te hago cosquillas en la
cintura con mis besos, me a cerco a tu ingle, la saboreo con mucha delicadeza,
¡necesito penétrate! Muy despacio, pero enseguida tu espalda se curva, un
poderoso orgasmo se apodera de ti y mi ritmo lento te mortifica. En un giro rápido
te colocas sobre mi cuerpo, no puedo estar más dentro, sin sacarla ni un milímetro
te convulsionas sobre ella, el orgasmo viene a continuación.
Te apoyas sobre mi pecho, besándome, juegas solo con la
punta en tu interior, el placer es superior a mí, quiero más. Comienzo a
moverme arriba y abajo, con el ritmo contrario al tuyo, es perfecto, no
necesito mucho más, me corro de inmediato y tu de nuevo justo después que yo.
Permanecemos largo rato callados, acariciándonos y besándonos,-
Carla, quisiera que esto fuera siempre así-, colocas tus brazos sobre mi pecho
y apoyas la barbilla sobre ellos –ahora ya podemos hablar, ¿me dejas que lo
haga yo primero?- pongo un almohadón bajo mi cabeza y contesto –por supuesto,
lo estoy deseando-.
-Cariño hace ya tiempo que en mi cabeza dan vueltas muchas
cosas, estoy muy a gusto contigo, demasiado tal vez, y quiero más. Ya sé que
los dos decidimos que nuestra relación se basaba solo en el sexo, que nada de
amor ni tonterías de esas, pero mi mente se ha llenado de esas tonterías- no
digo nada solo asiento mientras ella habla, de momento estoy de acuerdo en
todo.
-No sé qué piensas tú, ni como te lo vas a tomar. Es muy
importante para mí, por eso quería proponerte un trato, si lo aceptas genial,
si no es así, no se cuanto tiempo podremos seguir como hasta ahora-.
No dejo que continúe, veo en su mirada miedo por mi reacción.
Ya he adivinado lo que quiere y es lo mismo que yo, -tranquila mi amor, no te
preocupes, deja que siga yo por favor-. Sus ojos se empañan con pequeñas lágrimas
que intentan saltar de las pestañas, se las seco con un beso y tras un ligero
asentimiento por su parte continuo yo.
-Pienso lo mismo que tu, es mas creo que quiero lo mismo que
tu. Nuestra relación a cambiado sin darnos cuenta, el sexo siempre ha sido fantástico,
pero la cena de hoy ha sido aun mejor, la conversación, el paseo, todo. Por eso
quería hablar antes contigo, yo también quiero más, te quiero a ti entera, para
toda la vida. Quiero disfrutar de un futuro junto, los viajes que no hemos
hecho, de las cenas que tendremos y de muchos aniversarios más-.
Te abrazas a mi torso, me besas con pasión y dices –Si quiero-,
nos reímos y besamos, hacemos de nuevo el amor, charlamos y repetimos una
tercera vez. El vino se termina, abrimos otra botella, pasamos el resto de la
noche y parte de la mañana haciendo planes.
Nuestro acuerdo quedo sellado ese día, por supuesto que sigue
habiendo sexo prácticamente a diario, pero ahora acompañado de besos, caricias,
paseos de la mano, conversaciones interminables, cenas románticas y por supuesto
viajes, en estos últimos solemos aglutinarlo todo y aprovechado que estamos
fuera de casa, dejamos que alguna vez, los demás también disfruten al vernos.
J.M. LOPEZ
muy buena,espero con ganas la siguiente
ResponderEliminaruna a la semana, así se mantiene la intriga
Eliminaruna historia muy buena, esta semana con algo de retraso entro todos los días para ver si hay alguna nueva.
ResponderEliminarlo del retraso depende de la familia y de las ganas de escribir
Eliminarmuchas gracias, no tenéis por que esperar, si te suscribes con tu dirección de correo recibirás un mensaje con cada nuevo relato
ResponderEliminarCada día mejor...con más detalles...con más descripciones...Bien!!!
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